Bruno Leone: 'El honrar la palabra es algo que perdimos'

Bruno Leone lidera la Cámara Nacional de Pesquería desde el 2015. Foto: Enrique Pasantes / EL COMERCIO

La oficina de Bruno Leone y todas las paredes de su empresa (Servigrup) están dominadas por poderosas fotografías en blanco y negro de barcos pesqueros, sus cubiertas grises y entrañas frigoríficas, gruesas amarras, grandes peces y gaviotas. El empresario guayaquileño -ingeniero industrial, emelecista, excampeón nacional de pimpón- recaló en la pesca atunera luego de acumular experiencia en la gerencia del sector bancario.

¿Cómo fue que llegó usted al negocio de la pesca?

Nunca había salido a mar abierto. Mi suegro (Agustín Jiménez, un pionero de la industria atunera) tiene 60 años en el sector. Él logró convencer a la multinacional StarKist que venga al Ecuador, por el año 89. Yo le servía de traductor en las reuniones y fui haciendo amistades. Y me hice muy amigo con el que era por entonces el jefe de ingenieros de StarKist, quien vino a montar la planta. Él es un croata y es mi compadre (Diego Miletic). Un día me propone que compremos un barco a medias. Entonces le digo: ‘¡pero yo de barcos no sé nada!’. ‘No -me dice-, tú no te preocupes: yo opero el barco y tú encárgate de la administración’. Y ahí empezamos; han pasado más de 30 años.

¿Cómo es trabajar en un pesquero hoy? ¿Cuál ha sido el mayor tiempo que ha pasado en uno?

Dos o tres días. No me he quedado a pescar un mes, o hasta 60 días como lo hace la tripulación en unos barcos que hoy cuentan con televisión, películas e Internet. La dotación para alimentación incluye parrilladas para los domingos, como una distracción para tripulaciones de 20 a 25 personas. Se pesca incluso en Navidad y fin de año y los tripulantes ganan por tonelada pescada. Yo he salido a realizar lances de prueba; cuando uno regresa, se queda con mareo de tierra.

¿El movimiento del mar se te mete en el cuerpo?

Los barcos tienen una cadencia que al regresar parece que la tierra se moviera, como si de repente el cuerpo fuera consciente del movimiento de rotación del planeta.

¿Usted es de las personas a las que les gusta cerrar un trato estrechando la mano?

Lo seguimos haciendo, sin el contacto físico por la pandemia. Tenga en cuenta que, incluso con un contrato, el que no quiere cumplir se da artimañas para no hacerlo, con las consecuencias que ello conlleva. Cada vez que entra un barco cargado a puerto usted tiene que negociar esa pesca. Te dicen cuánto te pagan, respondes sí o no, y la palabra es la que vale. Muchas veces puede que termines perdiendo, pero tienes que cumplir la palabra. Pero ‘perder’ es ganar un poco porque mantienes la amistad y el respeto de la otra persona. El honrar la palabra es algo que en el Ecuador hemos perdido, que deberíamos recuperar y promover.

¿Es complejo cuando ni siquiera los líderes cumplen su palabra?

Las sociedades que más avanzan son aquellas cuya convivencia está basada en la confianza en contraste con las hiperreguladas, donde esta no existe. El buen padre educa con el ejemplo, los líderes de un país son los primeros que deben honrar su palabra y hacer gala de esa ejemplaridad.

¿Cuáles son aquellas empresas que perduran?

Aquellas en donde el líder entiende que no va a estar para siempre, deja sembrada una cultura propicia para que los valores corporativos perduren. Ecuador es un país donde la gente emprende mucho, pero cuando los hijos se casan, comienzan a comparar entre ellos los beneficios que obtienen de la compañía y quieren entrar todos a la empresa. Ese es el comienzo del fin. Hoy en día existen herramientas de transición y protocolos de manejo del patrimonio familiar.

Pero las empresas familiares no llegan a la tercera generación…

El 83% de las empresas en el mundo, o algo así, comienzan como negocios familiares, pero apenas un 7% llega a la tercera generación. No se preparan adecuadamente, no se toman el tiempo de establecer consensos y disensos. Tiene que haber un protocolo claro de sucesión. Eso implica escoger e imbuir en el negocio a las personas que van a liderar a la empresa en el futuro, entendiendo que la compañía no es una junta de beneficencia. Todo el que se gradúa no tiene por qué terminar aquí; si la compañía no lo necesita no tiene porqué venir. Si mi hijo trabaja conmigo tiene que esforzarse más que el otro, que no es mi familia, para ganarse el derecho a estar aquí.

El atún rojo está en peligro de extinción. ¿Es ese el destino del atún en general?

No. Son distintas familias de atún. La FAO (Naciones Unidas para la alimentación) y ONG ambientalistas que le hacen seguimiento sostienen que más del 85% del ‘stock’ del atún del mundo está saludable, es sostenible su explotación. Hay especies como el atún rojo que necesitan ordenamiento. Se están tomando cada vez más medidas para proteger los ‘stocks’ del atún y para pelear contra la pesca ilegal. Después de la droga y el tráfico de armas, la pesca ilegal es el tercer negocio ilícito más lucrativo del mundo, la FAO calcula que mueve USD 26 000 millones al año.

¿El tema de la sostenibilidad está afectando la comercialización?

En junio tenemos reunión de la comisión del atún donde se va a tratar el nuevo plan trianual de la pesca, y seguramente se subirán los días de veda, se limitarán los números de lance. Hay mucho control porque es una proteína crucial para el mundo. Los mercados quieren calidad y precio, pero quieren ahora certificación de sostenibilidad. Quieren saber que lo que están comprando proviene de una fuente sostenible, que no está depredando la especie. Por eso nos embarcamos en la consecución de la certificación de la MCS (Marine Stewardship Council), que estamos cerca de conseguir para la industria atunera del país. El Ecuador es un pequeño gran país pesquero y es un sector que aún tiene enormes potencialidades.

Trayectoria

Es presidente del Grupo Pesquero Servigrup desde 1989. Lidera la Cámara Nacional de Pesquería desde el 2015 y ha sido director de la Cámara de Comercio y de Industrias de Guayaquil. Fue seleccionado provincial de baloncesto y atletismo por Guayas.