Transcurridos cuatro años desde que las autoridades dispusieran horarios para la venta de licor en los establecimientos del país, la comercialización formal ha disminuido.
Y con ella el consumo también ha cedido, al menos en las cifras oficiales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) da cuenta que mientras en Ecuador, hasta finales del 2010, el consumo era de 9,4 litros de alcohol por habitante al año (segundo lugar en América Latina), a mayo de este año bajó a la novena posición con un promedio de 7,2 litros.
Asimismo, según cifras del Servicio Nacional de Aduana del Ecuador (Senae), las importaciones de bebidas alcohólicas durante los últimos tres años se contrajeron casi a la mitad (ver cuadro), mientras que las aprehensiones disminuyeron en 66%.
Pero del otro lado, los dueños de bares, licorerías y restaurantes, en menor medida, dicen que la decisión adoptada en junio del 2010 afectó su negocio, generándoles pérdidas de entre el 20 y 30%, especialmente en los primeros años. Luego, adoptaron nuevas estrategias de negocio -algunas por fuera de la legalidad- para cubrir esa disminución en las ventas.
Felipe Cordovez, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Importadores de Licores, señala que es difícil medir si el consumo efectivamente cayó. “Lo que aumentó fue el control a los negocios legales, mas no al informal. La comercialización se mantiene, pero las prácticas de consumo han cambiado, a gente continúa sus fiestas puertas adentro o en otros lugares que no se contemplaron en la medida, como pasó con la reciente tragedia en un motel de Santo Domingo”.
Cordovez añade que dentro del mismo estudio de la OMS se señala que la disminución del consumo es de fuentes formales, pero que las compras informales se mantienen.
En las licorerías, la decisión afectó en los primeros años, pero poco a poco han visto alternativas como la entrega a domicilio o vender las bebidas con otros productos: ‘snacks’, comida rápida, etc., para captar la atención del cliente.
“Por fuera de los horarios, entregamos a domicilio. Nos aseguramos que sean lugares donde no sea prohibida la venta por fuera del horario”,señala José A., dependiente de una licorería en el sur de Quito.
En cambio Fernando Játiva, administrador de un karaoke en el norte de Quito, explica que la mayoría de locales de este tipo hizo impulsó aún más las promociones: Happy Hour, 2 y hasta 3 por uno, Ladies night, entre otras.
“De esta manera logramos que la gente dentro del local consumiera más en lapsos más pequeños. Antes lo hacíamos de vez en cuando. Después de la medida, tenemos las promociones todos los días”, señala.
En los negocios más pequeños la situación también cambió. En el barrio de San Sebastián, en el centro de Cuenca, funciona la tienda de Pilar N. Asegura que desde que el Gobierno prohibió la venta de licor durante los fines de semana sus ganancias disminuyeron porque los jóvenes solían comprar cerveza y aguardiente.
“Al principio quise ofertar nuevos productos para recuperarme, pero no funcionó”. Para mantener a sus cinco hijos hay ocasiones en las que vende cerveza a sus conocidos por fuera del horario permitido.
La flexibilización
A mediados del mes pasado, el Gobierno aumentó la venta de bebidas alcohólicas los domingos. Eso mejoró el negocio atado al turismo. Humberto Reyes, empleado del restaurante Ivis, en Guayaquil, dice que los domingos se consumían hasta cinco jabas de cerveza con las comidas. Ahora que se extendió el horario, se venden hasta 10 jabas.
En zonas como La Alborada, en el centro comercial Albodegas, la medida ha beneficiado especialmente a los cangrejales. De las cuatro o cinco cajas de cerveza, que se vendían hasta mediados del mesa pasado se comenzó a vender de 10 a 12 durante estas semanas.