Un montón de críticos de la dolarización dicen que su gran problema es que el país no puede devaluar, a diferencia de otros países que, con moneda propia, dizque sí pueden devaluar. Están equivocados.
La equivocación proviene de tres fuentes. Primero, la moneda que usa el Ecuador sí se puede devaluar (y de hecho se ha devaluado bastante en los últimos años). En segundo lugar, hay muchos países que tienen moneda propia y que, por más que quieren, no logran devaluar. Finalmente, a estos críticos se les olvida que si el Ecuador tuviera una moneda propia, habría el peligro de que la moneda se revalúe.
Para demostrar el primer punto, basta ver que desde inicios del año 2000 a inicios de 2010, el dólar se ha devaluado 44% frente al euro. Para demostrar el segundo punto basta ver cómo los colombianos trataron de devaluar su moneda el año pasado y no lo lograron. El peso colombiano se encuentra hoy 33% sobre su nivel más bajo, de inicios de 2003.
Es decir, comparado con esa fecha el peso se ha revaluado. También si comparamos la cotización actual del peso con octubre 2008 (cuando empezó la crisis mundial), resulta que se ha revaluado un 13%. Cabe anotar que a los colombianos les hubiera encantado lograr devaluar su peso, pero la salud de su economía hace que los mercados confíen en su moneda. En el fondo, en un mundo tan globalizado e integrado, Colombia es muy pequeña como para poder controlar su tipo de cambio.
Resumiendo, el dolar sí se devalúa y los colombianos, con moneda propia y todo, no pueden devaluar. Vamos al tercer punto.
Supongamos que el Ecuador hubiera tenido moneda propia en los últimos años. Imagínese el Ecuador de 2008, con moneda propia, con un Gobierno que duplica su gasto y con un precio del barril sobre los USD100. Hubiéramos tenido una curiosa combinación de muchos dólares entrando al país, con un Gobierno convirtiéndolos en sucres y gastándolos a manos llenas.
Con tantos dólares entrando habría habido una revaluación del sucre y un Gobierno tan gastador habría generado alguna inflación adicional. En resumen habríamos perdido competitividad por dos lados: la revaluación de la moneda y la inflación, una pesadilla para los exportadores.
Creer que se puede devaluar porque el Presidente así lo ordena es una expresión más del voluntarismo que ha convencido a mucha gente que “querer es poder”. Deberíamos hacer un ejercicio de humildad y aceptar que nunca tuvimos mucha capacidad de devaluar nuestra moneda y, sobre todo, de devaluar sin producir inflación.
Recordemos lo común que era que luego de cada devaluación los precios internos se ajusten a la nueva cotización del dólar y caigamos en una espiral devaluación, inflación, más devaluación, más inflación.