El dictador decía que la prensa obstaculizaba su revolución...
No había pasado un mes del derrocamiento del gobierno de Fernando Belaúnde, perpetrado en la madrugada del jueves 3 de octubre, cuando el 1de noviembre se dispuso la clausura de los diarios Expreso, Extra, la revista Caretas y Radio Continente. Tenían distinto matiz político, pero a la dictadura no le gustaban sus opiniones divergentes. La reacción de los periodistas fue contundente: huelga de diarios y noticieros.
Juan Velasco Alvarado, astuto, levantó la orden de clausura. Lo suyo era un paso atrás, al estilo leninista, para dar dos adelante, como ocurriría en los años siguientes en que dio un salto felino sobre la libertad de expresión y tomó todos los diarios. Pero el 27 de julio, en las primeras horas, el Gobierno, apoyado por la Policía, toma para sí los diarios de Lima. Comités directivos nombrados oficialmente asumen la administración en reemplazo de los dueños que son despojados de sus empresas. Desde inicios de mes, se había iniciado una agresiva campaña acusando a la prensa no adicta al régimen de conspirar.
El propósito de tomar de una vez toda la prensa provenía de tiempo atrás por parte de algunos revolucionarios en el poder, idealizando una prensa “sin patrones ni mordaza” y “una auténtica libertad de expresión”.
Para animar al general Velasco Alvarado a tomar la medida, resultaba excelente demostrarle cómo los propietarios se reunían para emprender luego una escalada contra la revolución. Estaba anunciada la visita de Raúl Castro Ruz, hermano de Fidel Castro, para los días de Fiestas Patrias.
Este hecho jugaba a favor de quienes presionaban para una intervención de la prensa, si acaso la visita no había sido coordinada con este objetivo.
Se comentó mucho por entonces que el mismo visitante, ya en Lima, habría transmitido a Velasco mensaje de Fidel Castro: “No hay revolución con prensa independiente”, le habría dicho.
Ya trabajaba para entonces una comisión designada por el dictador para configurar el plan para “la nueva prensa” nacional y de su existencia se sabía porque estaba anunciado por los diarios.
Velasco Alvarado acusaba a la prensa de serle adversa y limitar el avance de su revolución, pero cuando la tuvo toda en sus manos, se debilitó su Gobierno.
El 5 de febrero de 1975 se desató la violencia en Lima y la turba incendió los talleres de Correo y Ojo. La dictadura de izquierda estaba herida. Próximo al 28 de julio y debilitado el respaldo político, la dictadura resolvió prorrogar la transferencia de los diarios a los sindicatos para usarlos como arma de defensa.
Se dice, no sin razón, que el dictador de izquierda no hubiera caído el año siguiente si no hubiera cometido el error de captar para sí los principales periódicos.
El testigo
En la madrugada del 27 de julio de 1970 se consumó el asalto a los periódicos en Lima. En las primeras horas del nuevo día, mediante un decreto, comités directivos nombrados oficialmente asumen la administración en reemplazo de los dueños que son despojados de sus empresas.
Si el dictador no
confiscaba los diarios, no hubiera caído
Bernardino Rodríguez C.
Periodista peruanoFue una noche para la historia, pues los periodistas masivamente esperaban en sus diarios para protestar, como ocurrió principalmente en La Prensa y Última Hora, o para celebrar, como fue en el caso de los trabajadores sindicalizados del diario El Comercio.
El dictador Juan Velasco Alvarado presenció el desfile militar del 29 acompañado de un sonriente Raúl Castro. El Perú exhibió poderoso armamento ruso. Esa misma noche en Miraflores hubo disturbios con 400 detenidos. El grito era “¡Libertad, Libertad!”.
HECHOS RELEVANTES
La incautación de periódicos. El primer efecto interno fue una “depuración” de la plana mayor. Esto repercutió en una pérdida de calidad de los diarios y una disminución del nivel profesional; los periodistas jóvenes habían perdido a sus maestros.
¿Ahora sí libertad de expresión? El Gobierno se empeñaba en sostener que ahora sí había libertad de expresión. Pero los periódicos estaban uniformizados en noticias. Todo era ditirambos al régimen y voces de aliento a la profundización de la revolución.
¿Respetar la libertad de prensa? Depende...
General Juan Velasco A. Dictador peruano
Los periodistas nacionales e internacionales que en Perú cubrían las noticias del Palacio de Gobierno, en Lima, en 1968, cuentan que pocos días después de asumir el poder mediante un violento golpe militar, al general Juan Velasco Alvarado le preguntaron si en su mandato respetaría la libertad de prensa.
Con su estilo áspero y populachero, el hábil militar respondió en una sola palabra: “Depende”.