El taller para la elaboración de máscaras está abierto para todo público y se puede asistir desde las 10:00 hasta 16:00. Foto: Paula Merchan / EL COMERCIO
Este sábado 25 de febrero del 2017 y mañana domingo, 26 de febrero, quienes visiten el Museo de la Ciudad, ubicado entre las calles García Moreno y Rocafuerte, en el centro de Quito, podrán aprender a elaborar las máscaras tradicionales de Carnaval. El taller está abierto para todo público y se puede asistir desde las 10:00 hasta 16:00.
Según Cristina Medrano, técnica educativa de ese museo, las máscaras vienen con los españoles, con la fiesta del Carnaval. Al llegar, se fusiona con las tradiciones indígenas. En el mundo andino, la festividad que corresponde a estas fechas es el Pauka Raymi, una época del florecimiento.
“En Ecuador se usan las máscaras que cubren todo el rostro, no es como en otros países, que son antifaces”. Esto –aclara Medrano- se da porque se quiere ocultar la identidad, para que no se sepa quién es, ya que todo está permitido: baile, licor, música.
En el pasado, el Carnaval era un momento en que todos estaban al mismo nivel, no había diferencias sociales. Cada comunidad indígena se encargaba de dar características específicas de acuerdo a varios personajes.
El ‘huaco’, por ejemplo, era el brujo; las carishinas, en cambio, tenían una máscara de alambre. El diablo está presente en todas las fiestas, y se encarga de espantar a los asistentes que se encontraban en las calles para que entre el personaje religioso.
También están los payasos tradicionales y el lobo. Este último es muy importante porque es el animal del páramo y el que cuida a los indígenas. “Él es un símbolo de protección para los indígenas y siempre está presente en las fiestas”, señala Medrano.
Foto: Paula Merchan / EL COMERCIO
El objetivo de esos talleres es rescatar y propiciar un acercamiento a las fiestas tradicionales, la memoria y rescatar estas máscaras tradicionales. Otra tradición que se ha perdido, por ejemplo, es el juego del Carnaval con ‘cascarones de Carnaval.
Estos eran globos de parafina que adentro tenían agua y perfume, lo cuales los muchachos lanzaban a las mujeres mientras les recitaban una copla. En el siglo XVII se vuelve más popular y se le agrega tinta. Con las reformas borbónicas, se prohíbe este juego, pero la gente no lo acata y sigue jugando.
En el taller, todos los asistentes podrán elaborar su propia máscara. Cada una tiene una base dura, de yeso o de concreto. Sobre la base se coloca papel y engrudo, formando capas. Son necesarias entre dos y tres capas.
Luego se la deja secar; lo ideal es que se lo haga de manera natural, pero se tarda 15 días. En el taller, se lo hace con un proceso de secado más rápido. Luego viene lo más divertido: el color y la decoración, que puede tener desde cintas de colores hasta lentejuelas y otros adornos.