Conocer a Nicolás Alexander y su proyecto Soios es una experiencia singular. Acaba de lanzar su nuevo trabajo ‘Flor es ser’, una de las producciones que califica de “sentida” y “pensada” en la incorporación de varios elementos en nueve temas.
Ya el título es sugerente: ‘Flor es ser’. Un encontrarse entre flores, para de ahí crecer, florecer. “Hay tanta magia ahí”, dice Nicolás.
El nombre apareció mientras hacía la portada: seis personas y él formando la palabra soios, el concepto del conjunto de su obra. “Cada ser y cada persona estaba en su posición, enlodándose en el frío, y en este momento, contemplando llega el nombre y como una luz muy aguda”, cuenta el artista.
Pero es algo más: es un florecer del momento de la vida del autor, el símbolo de la unicidad, la relación íntima entre lo colectivo y lo singular, la fuente que es el inicio de todas las cosas. Con eso, lo confió todo. Esa luz que estaba portando le indicó que algo estaba haciendo bien.
En sus sonidos hay una búsqueda de elementos que incluso nos remiten a lo ancestral, casi a un mito de la creación. “Hay brisas que llevan palabras a la fuente”, dice el primer tema, Fuente. No hay otras palabras. Y es como si nos sumergiera en el agua.
Y quizá por eso el tema Vientre sea de singular importancia para considerar y tomarse el tiempo para escucharlo -y verlo en el video-. Nos remite, obviamente al tema de la matriz, al origen de todo lo que somos y, quizá, de lo que podremos ser.
Pero también a donde quisiéramos volver. Y quizás este sea el sentido de lo que buscan estas composiciones. “The way out is in”, cita Nicolás. Es decir: la manera de salir es ir al interior, de las influencias de los grandes maestros de la música que obliga a revisarse, de entender los retos y seguir “caminos a campo traviesa”.
Si bien es una experiencia sonora, también es una experiencia visual. El disco en sí es como un gran resumen de la búsqueda de un paso superador de las dos producciones que lo precedieron: Semillas de Tiempo I y II (2017 y 2019, respectivamente). Es un “escarbar adentro de la sensiblidad desde los colores, estudios de las frecuencias, este gran pergamino musical, armónica, melódica, rítmica”, sostiene.
En esta obra está lo clásico, lo moderno, el folclor, en instrumentos y ritmos. Es una experiencia sonora, que se puede encontrar en las diferentes plataformas digitales como Spotify, Apple Music, Deezer, Amazon Music y Tidal. Pero también es un encuentro con lo visual que apela mucho a las emociones, algo necesario en estos tiempos que están pasando.
Quizá tenga un carácter místico. Hay que detenerse a escuchar esta obra con paciencia y serenidad. Es una música profunda que requiere que los sentidos estén despiertos a los diferentes movimientos que ofrece, pero todos con un eje conductor: la profundidad, una comunicación que es más comunión.
En estos nueve temas, Nicolás Alexander estará siempre con la guitarra, pero apela a más cuerdas, a instrumentos de las comunidades indígenas, a los vientos, y también a lo electrónico.
La música ya estaba en Nicolás Alexander desde pequeño. Lo califica incluso como una obsesión. Nos muestra fotos de su infancia con una guitarra en las manos. Se considera un autodidacta por sus constantes búsquedas. Sí pasó por el conservatorio y la Universidad San Francisco, pero le costó hacer las paces con las metodologías.
Dejó los estudios por un tiempo, aunque luego los terminó cuando sintió que lo suyo estaba más formado y maduro. “Vivir algo y que te lo impongan de otra manera es algo con lo que no estoy contento”, termina este ecuatoriano que pisa fuerte en la música independiente del país.
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