Muestra pictorica del pintor Muriel . Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Anecdótico, y hasta imposible de comprender, resulta el hecho de que la obra de Guillermo Muriel haya permanecido oculta por casi diez años desde su última exposición (Alianza Francesa, 2005).
Porque su trabajo no solamente se inscribe dentro de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX. Este el testimonio de una época, de un tiempo, en el que las ideas fluctuaban entre los deseos artísticos y el bullicio de la sociedad. Algo palpable a lo largo de las 500 piezas que conforman ‘Muriel: vivir para pintar’, una retrospectiva dispuesta en la sala Joaquín Pinto de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
En una coincidencia casi fantástica, Muriel ahora ocupa el espacio dedicado a uno de los grandes maestros del siglo XIX e inicios del XX. Mientras que Pinto registraba en sus cuadros la cotidianidad de la vida en los Andes coloniales y republicanos, Muriel, distanciado 50 años del pintor quiteño, haría lo mismo pero inspirado en el momento histórico que lo acogía.
En sus obras se encuentra a un país mixto, cuya idiosincrasia se enriquece gracias a su carácter mestizo. Están las ciudades, que en su construcción se volvieron escenarios idóneos para la pluralidad. Así, en cuadros como ‘Día Nacional en la calle’ o ‘Vísperas’ se puede ver cómo las fiestas son la excusa perfecta para que quienes construyen la ciudadanía comuniquen e intercambien entre sí sus costumbres y tradiciones.
Pero no solo los espacios construidos por metales y cemento forman parte de su pictórica. En su intento por, tal vez, retratar a la ecuatorianeidad, él se traslada a las playas, a las montañas. De la experiencia en estos lugares aparecerán piezas como ‘Fiesta popular’, ‘Esmeraldas’, o ‘Montaña antropoformizada’, en los que la naturaleza es la gran protagonista.
Durante la inauguración de su muestra, este sábado 5 de julio, la gente recorría la sala como intentando recordar el tiempo pasado. “Yo estuve en un lugar así”; “mi padre me contaba sobre eso”; “así era antes las cosas” fueron frases recurrentes entre los visitantes de mayor edad.
No es un recorrido fácil el que se propone en ‘Muriel: vivir para pintar’. Y esto porque la curaduría ha debido analizar al artista en una panorámica más global, entendiendo que su obra ha sido un trabajo realizado en distintas en base a distintas técnicas y estilos. De cierto modo, esta exposición es una ventana hacia las preocupaciones teórico-artísticas de 1950 en adelante (no hay que olvidar que Muriel se dedicó a la cátedra de arte por varias décadas).
La exposición estará abierta hasta el 30 de octubre, de martes a sábado de 09:00 a 16:00.