Redacción Cuenca
Con la llegada de las primeras lluvias de este año, Manuel Ulloa se preocupa. La falla geológica que afecta al barrio La Unión, en la parroquia cuencana de Llacao, se agrava y en su casa se hacen más evidentes las fisuras.
En el sector, otras 22 viviendas tienen el mismo problema. Según Ulloa, con la construcción de cinco pozos sépticos para drenar las aguas acumuladas mermó el movimiento de tierra, pero no es la solución total.
No es la única zona afectada. En la capital azuaya hay 22 zonas que registran fallas geológicas, situadas en 12 parroquias rurales. De acuerdo con 20 estudios realizados por entidades como el Municipio y universidades, el taponamiento de quebradas y la fragilidad del suelo son las causas.
Las zonas más vulnerables están asentadas a lo largo de la vía rápida Cuenca-Azogues: Turi, Gapal, Nulti, El Carmen de Guzho, San Isidro, La Asunción, Santa Teresita y El Valle. También hay deslizamientos en Ricaurte, Sinincay, Chiquintad y otras zonas.
En la parroquia Sayausí, el taponamiento de quebradas genera inundaciones. Las dos fuertes lluvias ocurridas este mes anegaron la vivienda de María Saldaña, de 69 años, ubicada en una pendiente. “El agua cruzaba como río por la casa, porque el curso de la quebrada desapareció”.
Precisamente, los informes anteriores determinaron que otra causa es la construcción antitécnica de viviendas, en suelos frágiles, taponando quebradas y reencauzando acequias.
Según el edil y presidente de la Comisión de Desastres, Carlos Orellana, más de 1 000 casas fueron edificadas en los últimos años en sitios vulnerables. Por ello, el pasado viernes, autoridades municipales recorrieron Sayausí.
Allí constataron que casas y cerramientos taponan quebradas. Con las lluvias, los habitantes de San Miguel de Potusí soportaron inundaciones por la creciente de quebradas, que no tenían adonde evacuar.
Nube Morocho está disgustada con sus vecinos, porque levantaron un muro para encauzar una quebrada que ahora afecta a su vivienda, cuando hay lluvias.
El alcalde Paúl Granda cree que la prioridad es aprobar los planes de Ordenamiento Territorial de cada parroquia para delegar el control de las nuevas construcciones a las juntas, por la cercanía y contacto directo.
El crecimiento poblacional no tiene control, dice Orellana. Según él, no es posible que por la mala intervención haya problemas geológicos e inundaciones. “Al final, el infractor pasa a ser damnificado”.