Varios movimientos sociales realizaron el viernes 13 de marzo una marcha contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Foto: EFE
Poco más de dos meses después del inicio de su segundo mandato, la presidenta brasileña Dilma Rousseff se ve debilitada por múltiples crisis; y por una oposición cada vez más ruidosa, que ha convocado para hoy una multitudinaria protesta popular en demanda de un juicio político en su contra.
La oposición justifica su demanda con base en las investigaciones del Ministerio Público, sobre un supuesto desvío de miles de millones de dólares de la petrolera estatal Petrobras para pagar sobornos y financiar campañas de políticos aliados del Gobierno.
La semana pasada, el Supremo Tribunal Federal (STF) autorizó investigar a 47 políticos -casi todos oficialistas-, aunque dejó en claro que no existen “indicios mínimos” de la participación de Rousseff en el escándalo.
Las investigaciones sobre la corrupción en Petrobras tuvieron el efecto adicional de dañar las relaciones de Rousseff con el centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que desde hace una década es el principal socio del Partido de los Trabajadores (PT) en el Gobierno desde hace 12 años. Entre los investigados por nexos con el escándalo en Petrobras están dos de los máximos líderes del PMDB, los presidentes de la Cámara Baja, Eduardo Cunha, y del Senado, Renan Calheiros.
En las últimas semanas, ambos políticos dieron muestras claras de su insatisfacción con el Gobierno y provocaron una serie de derrotas legislativas a Rousseff. La pérdida de apoyo en el Congreso, por su parte, perjudica la implementación del plan de ajuste fiscal del Régimen para superar la crisis reflejada en desequilibrio de las cuentas públicas, el aumento de la inflación y el estancamiento económico.
Las medidas, que afectan incluso a los derechos laborales y contemplan una subida impositiva para los asalariados, enfrentan resistencias en el mismo seno del PT de Rousseff, ya que van por un camino similar al propuesto por el rival de la mandataria en los últimos comicios, el socialdemócrata Aécio Neves.
La polarización de la sociedad se agudizó durante la campaña electoral del 2014, cuando Rousseff conquistó un segundo mandato al derrotar por estrecho margen -tres millones de votos- a Neves.
Pese a las críticas, el partido oficialista mantiene el apoyo a Rousseff, y sostiene que las protestas se originan en los sectores conservadores y de la clase media alta no conformes por la derrota de Neves y buscan el camino del “golpismo” para llegar al poder.
Esta tesis fue esgrimida por la propia Mandataria, quien advirtió que la oposición busca forzar una “tercera vuelta electoral” al defender un juicio político en su contra.
Según Rousseff, tienen que existir “razones para un juicio político”, que no sean la celebración de “una tercera vuelta de las elecciones”. “No es posible que en Brasil la gente no acepte la regla del juego democrático. La elección se acabó. Hubo la primera y la segunda ronda. La tercera ronda de las elecciones no puede ocurrir, salvo si uno quiere una ruptura democrática”, enfatizó.
La revelación del escándalo en Petrobras contribuyó a profundizar la desconfianza de los brasileños hacia la clase política y alimentó voces (aún minoritarias) que defienden en las redes sociales una intervención militar.
Los opositores demandan un juicio político o la renuncia de la Presidenta, cuya popularidad bordea el 23%.
Los líderes de la principal fuerza de oposición al gobierno, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del candidato derrotado a la Presidencia Aécio Neves, niegan que estén defendiendo la destitución de Rousseff.
“Sacar (del poder) a la Presidenta es inútil. ¿Qué haremos después?”, se preguntó el principal líder del partido, el expresidente Fernando Henrique Cardoso, durante un seminario en Sao Paulo.
Según él, la crisis del país refleja “una desmoralización simultánea de los sistemas económico y político”, y en este panorama “no tiene cabida agudizar un proceso que no sabemos a qué llevará”.
El temor ante las consecuencias de la crisis es creciente entre los analistas, que expresan su preocupación por la escasa habilidad demostrada por Rousseff para hacer frente a los problemas actuales.
El escritor Mauro Santayana sostuvo que los actuales problemas brasileños son consecuencia de los errores de los dos partidos que gobernaron el país los últimos 20 años -PSDB y PT-, que priorizan la lucha por el poder en vez de fortalecer la democracia.
“Al hacer lo que están haciendo, el Gobierno, el PT y el PSDB están alimentando una tercera fuerza y se están especializando en el peligroso arte de cebar a los buitres”.