Redacción Guayaquil
Son miles de gritos. Todo un estadio retumba en su habitación. Su equipo es el Manchester United. El rival, el Barça. Solo de él depende el triunfo de los 11 jugadores que corren tras el balón.
Antonio tiene 13 años y es muy joven como para ser un DT. Pero todo es posible con su juego de PlayStation 3. Con agilidad pulsa los botones del control. En la pantalla, los jugadores responden con patadas y toques cortos.
Tome en cuenta
Dos horas al día es el tiempo máximo de acceso a Internet que recomiendan los especialistas. También se aconseja bloquear y controlar el contenido de los sitios web para los niños.
La televisión es otro de los pasatiempos favoritos de los chicos, en especial la TV por cable. Lo aconsejable es controlar los canales que ven.
Los videojuegos son parte de la diversión. Dos horas al día es el máximo que recomiendan los psicólogos, para evitar una dependencia a estos juegos.
El celular solo se debe manejar en casa. Algunos chicos lo llevan al colegio, pero termina convirtiéndose en un factor de distracción en el aula.
Motive las actividades familiares. Los paseos y los deportes fomentan la sociabilidad de los chicos y los aleja un poco del uso excesivo de las tecnologías.
“Vamos, vamos”, alienta a sus futbolistas virtuales. La voz de un comentarista describe al detalle sus jugadas. “Gigs tiene el balón, lo pasa a Owen, Owen…”, “¡Gol!”, grita el chico desde su asiento.
El crujir de un teclado se funde con el festejo de los hinchas. Frente al computador, su hermano gemelo, Agustín, chatea. La ventana del Messenger aparece y se borra. A ratos es reemplazada por el MP3 o por el Facebook. “Tengo 1 177 amigos”, cuenta.
Entre clic y clic revisa las últimas fotos de sus amigos en el ‘feis’. También ojea y comenta sus estados de ánimo. En una esquina, un ícono rojo anuncia los ocho mensajes pendientes.
Para estos gemelos, la tecnología es su única diversión. Así pasan la tarde después del colegio.
A más de la Internet y de sus Blackberrys disfrutan de juegos virtuales como Guitar Hero. Con guitarras, micrófonos y baterías electrónicas siguen las notas roqueras que se proyectan en el televisor. “Todo esto es sagrado”.
Por sus bajas calificaciones, Agustín no ve su celular desde hace una semana. Y cuando se porta mal no hay Internet pues solo sus padres conocen la clave para encender el computador.
“Dos meses sin Internet y sin Play. Ese es el castigo. Pero cuando mejoran las notas les devolvemos todo”, cuenta su madre, María Auxiliadora Jiménez.
A la hora de imponer sanciones, la onda multimedia pesa en la relación padre-hijo. Los golpes y correazos ya no se aplican. Y amenazas como no salir o no jugar fútbol van pasando de moda.
Pero bajar las horas de Internet, quitarles el celular y esconder los videojuegos son los puntos débiles de los adolescentes, sobre todo de clase media y alta, en urbes como Guayaquil o Quito. “Hay niños de 10 años con su Blackberry, que dependen de ellos. Cuando se los quitan sienten que han perdido algo de sí”, dice el psicólogo Marcos Morán.
Él trabaja como orientador en un colegio de Guayaquil. A su cargo están chicos de entre 14 y 18 años. En los recreos, cuenta, es común verlos mensajeando o escuchando música en iPod.
Por eso, cuando sacan malas notas o su conducta no va bien, el primer castigo apunta a sus debilidades tecnológicas. “Aplicamos un contrato conductual. Padre, hijo y maestro acuerdan una sanción, que al final es una responsabilidad compartida”.
Para la psicóloga Brenda Carvajal, la clave es poner límites. “Un chico no debe quedarse hasta tarde en su computador porque se torna poco sociable”.
Para Cecilia, de 15 años, el peor castigo es que le quiten su laptop. Su mirada está fija en la pantalla. En segundos aparece un nuevo SMS con emoticones (caras con diferentes gestos). En el fondo de pantalla resalta la foto que se tomó con su celular.
Los mensajes no solo le llegan a su compu. Todo el día, Cecilia mensajea en su Blackberry. Un ligero timbre la alerta sobre lo que están haciendo sus amigos.
En agosto, su mamá, Pía de Montalvo, le escondió la laptop. Fue cuando se quedó en supletorio. “Fue terrible. Si me quitara el celu, estaría desconectada”.
Poner límites en casa es lo que recomienda Eva Cevallos, directora del departamento de salud mental. “Hay chicos que tienen una conducta adictiva, tanto que si se los castiga pueden adquirir un trauma”. Esa conducta, según Cevallos, no está ligada a las clases sociales. La tecnología atraviesa tanto la vida del chico del barrio, que pasa horas en la maquinita de la tienda, como la del que tiene su Nintendo Wii en casa. Por ello, aconseja a los padres aplicar el diálogo como método de consenso. “Hay que disciplinarlos. Conversar y poner horarios es un buen inicio”.