El desgastado mito refundacional ha resucitado otra vez en esta campaña. Nos venden la imagen manida de que votar No en esta consulta es volver al “viejo país: mafias, corrupción, inseguridad, injusticia, confundido’ con resentimientos y vanidades” (la frase es de Cordero, desde su cuenta de Twitter).
Es probable que Cordero convenza a alguien que haya estado ausente durante los últimos 4 años del país y que no sepa quien lo controla todo. El resto sabemos la falsedad que encierra esta afirmación. El Ecuador de hoy ha sido fabricado a la justa talla y medida de su proyecto de poder y la corrupción e inseguridad que vivimos son producto de su acción y omisión.
No existe en este país, institución pública alguna, o ente de control, que no se sujete al designio supremo. La demolición institucional, así como su fallida recomposición llevan la marca registrada de Correa y su gobierno, y es de su entera responsabilidad. Ellos inventaron en Montecristi una hoja de ruta implacable y perfecta para que el Presidente transite la vía del control absoluto. Allí se dibujo este país hiperpresidencial y concentrador. Se hicieron los bosquejos de las falsas instancias de participación ciudadana que lo que encubrían eran control gubernamental. La Corte Suprema de Justicia que nació a partir del proceso observado por el mundo luego del trunco asalto gutierrista fue liquidada en sus entrañas y reemplazada por una de transición a la que se atribuyen todos los males. Ellos inventaron los amañados concursos de méritos, las Cortes metamorfoseadas y los consejos temporales.
Saben que probablemente la inseguridad se mantendrá igual, pero nos embarcaron en este absurdo. ¿Por qué? Porque la formula plebiscitaria es mágica: es como la piedra filosofal. Hace que lo viejo parezca nuevo y que la repetición de lo mismo, luzca aunque sea por unos instantes, cómo novedosa. En otras palabras, permite reavivar la llama del fuego mítico de la refundación y el cambio, en donde dominan la escena. Y a este gobierno adicto a los triunfalismos, le cae de maravilla mostrarse invencible después del 30S.
Eso junto al delirio de manejar a jueces a su antojo, consagrar la impunidad, ganar millonarias demandas, enderezar las malas costumbres del rebaño descarriado y – luego de tanto esfuerzo – controlar la prensa y sumir a periodistas en el miedo y la autocensura. La tentación era demasiado grande (responsabilizar a otros por sus faltas) y el premio demasiado jugoso (el control total).
Ahora queda por ver si con un período presidencial entero transcurrido, refundación consumada y abortada y toda una institucionalidad postrada, nos seguiremos creyendo el cínico cuento de Cordero de que el lobo del pasado sigue al acecho de su “bendecido” proceso.