Restituto Quirindumbay comentaba con su novia Belladona Cienfuegos de la encrucijada en que se encontraba el mandarín de la Asamblea, Recórcholis Cordero. En su recinto parlamentario había un entrecruce de pasiones desenfrenadas, situación confusa y enredada, en la que cada cual interpreta las cosas al derecho y al revés.
Belladona, con pujos diegoborgianos, decía: cuidado, la Venus de Milo comenzó comiéndose las uñas y fíjate como quedó… Lo que pasa, respondía Restituto, es que hay una lucha subterránea entre la conciencia asambleísta y las órdenes del “quitarán diay”.
El caso Pesántez los tiene cuarteados en la Asamblea. La oposición tiene dos grupos: radicales y oportunistas. Los de Atranca al País, también dos grupos: los que quieren fiscalizar honestamente y los de ciega obediencia al Mandamás. De estos sobresalen dos esbirrubios que gritan: Haga lo que haga su Majestad, le apoyo. La gota que derramó el vaso fue la orden de S.M., de que los y las asambleístas se desvistan de inmunidad, y así lluchos y lluchas vayan al juicio político. Así se consagra un postulado de la Revolución: Ecuador, país libre de fiscalizaciones.
Recórcholis, por su parte, tiene una enredadera mental en su cerebro y no sabe si salir por los fueros del Parlamento o resignarse al Raficazo. Con tonito morlaco suplicante lanza su latinajo: “Causa causarum, miserere mei”, que traducido sería: Oite Rafico, causante de este estropicio, apiádate de nosotros y ya deja de joder…