Cristian Vinueza es tímido y lo reconoce. Ahora sabe que, hasta cierto punto, esto es un hábito y que la mejor forma de librarse de este problema es admitirlo y vencerlo. Además, que es necesario desechar la idea de que la gente siempre critica o puede criticar lo que uno dice. Luego de leer a los clásicos griegos entendió que pensar negativamente sobre uno mismo, genera ideas circulares que se retroalimentan. Ahora, es instructor de la fundación Nueva Acrópolis en filosofía y oratoria. También está preparado para dar discursos.
ALGUNAS REFLEXIONES
Según Platón, el orador que quiera cumplir honrosamente su misión deberá dominar, sobre todo, el asunto que se propone defender y además tener un conocimiento del alma humana, de su naturaleza y de su comportamiento. Se opone al excesivo uso de los recursos decorativos.
El filósofo griego Aristóteles señala que los discursos inspiran menos confianza que las acciones.
Juan Antonio Vallejo, psicólogo español, promulgaba que la principal cualidad para hablar en público es la naturalidad, sumada a la preparación del orador.
Cicerón, filósofo y orador romano, sostenía que para ser un buen orador se requiere hablar con convencimiento, de manera ordenada, con los ornatos del lenguaje y de memoria, todo acompañado de una cierta dignidad de gestos.Este hombre tiene la idea de que para hablar se deben tomar en cuenta los valores éticos y morales. Es decir, la primera regla, si se la pudiera llamar así, es que si se va a decir algo eso tiene que ser verdadero. Por lo mismo, es primordial conocer bien un tema si se va a disertar sobre este.
Antes de cualquier cosa, toda persona debe tener en claro algo: el conocimiento de si mismo, esta es una cualidad, que según el experto, proviene de la sabiduría griega. A la hora de presentarse y hablar no hay que perder el rumbo. Es bueno mirar a otros oradores, pero no imitarlos. El éxito es ser mantener la personalidad y no perder el tiempo copiando.
El resto son cuestiones técnicas, como organizar el discurso para que tenga una estructura adecuada, por ejemplo. La más conveniente es aquella que señala una parte inicial conocida como prólogo, donde se expone una idea inicial. Le sigue un logos o cuerpo, donde se desarrolla todo el discurso. Finalmente está el epílogo, es decir la recapitulación de todo lo dicho. Se señala que esta es la parte más importante de todo, pues el 80% de lo que retiene una persona es lo que se dice allí.
El manejo del espacio es otra técnica que no se puede omitir. Por regla general es inconveniente permanecer parado en un solo lugar mientras se dirige al público. Talvez esto tenga que ver mucho con su miedo escénico que lo paraliza en el escenario y que no le deja desenvolverse libremente. No dude, ese es otro consejo para enfrentarse a esta situación. Además, asegúrese de respirar correctamente, como lo haría un niño, por ejemplo. Transmita tranquilidad mientras inhala y exhala.
También debe tomar en cuenta que no siempre los mejores escritores pueden ser buenos oradores. Lo dice Dale Carnegie, un escritor estadounidense que aborda este tema. Él sugiere utilizar notas breves y no escribir el discurso completo, pues al querer repetirlo, palabra por palabra, se puede perder el ritmo del mismo por temor a no seguir al pie de la letra lo escrito. Por eso, la recomendación de oro es nunca memorizar el texto.
Este mismo autor precisa que algo muy importante es conseguir ejemplos e ilustraciones que den movilidad al discurso. Por ejemplo, puede utilizar anécdotas, comparaciones e incluso bromas.
Claro, debe poner atención para no exceder la cantidad, pues de lo contrario no tendrá el efecto deseado, y pueden dudar de la seriedad y del conocimiento que usted tiene. En esto debe tener cuidado de no apropiarse de los chistes que hace, ya que en ciertas ocasiones no son recibidos satisfactoriamente por el público. En ese caso, lo mejor es dejar atrás ese instante y seguir con la exposición. Sobre todo hay que elegir con prudencia los hechos graciosos que se van a relatar.
Vinueza precisa que otro recurso que puede funcionar es la utilización de libros, mientras habla, sobre todo si se trata de una charla académica. Así se podrá romper la monotonía cuando por algún motivo usted necesite recalcar una información y leerla posteriormente de manera textual.
Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado.
Autor: Mark TwainOtra clave para evitar un auditorio lleno de asistentes dormidos es cambiar de ritmo en la voz, es decir subir el tono, bajarlo, poner énfasis en algo o talvez susurrar. Tampoco se debe saturar a los oyentes con estos cambios. Un tip primordial es no bajar el volumen al final de las frases. Eso resta interés. Igualmente debe acomodar el tono a las circunstancias. Las pausas y los silencios ayudan a crear expectativa. Hablar lento produce calma, y hacerlo rápido puede excitar el ánimo y captar atención.
Si tiene pensado usar una presentación en PowerPoint también debe tener en claro unas cuantas sugerencias como aquella de no saturar la diapositiva. Solo debe colocar ideas claves.
Las muletillas, tanto físicas como verbales, son enemigas del orador. A menudo se observa que ciertas personas hacen movimientos permanentes como tocar la mesa, llevar las manos a la cara u otras. A la larga, este tipo de movimientos genera cansancio en la gente. Por eso es necesario que alguien que se vaya a enfrentar a un público, identifique de antemano estas manifestaciones.
En el plano verbal también hay que identificar aquellas palabras que se repiten de manera sistemática. Por ejemplo, hay personas que pronuncian mucho, palabras como cierto, o sea, esto significa, en conclusión…
No se trata de eliminar de su diccionario las palabras reiteradas, tan solo de utilizarlas oportunamente.
Si desea mejorar sus habilidades como orador también puede poner en práctica ciertos ejercicios. Uno de ellos es tomar un objeto y empezar a describirlo. Un ejemplo: coja una flor y detalle todas sus características, desde su olor, sus dimensiones, su sabor, su textura, su significado, su forma, su tamaño…
También practique a comparar objetos con otros ya conocidos. Esto es importante, pues durante un discurso puede lograr que los espectadores se imaginen algo, si lo vinculan con una cosa familiar.
Nunca se olvide del contacto visual. Esto es importante, incluso para romper la timidez. El error más común es mirar a una solo persona o peor aún, no mirar a nadie. Si se dirige a un auditorio pequeño puede mirar de cuando en cuando a un asistente. Pero si el número de presentes en la sala es grande, lo conveniente es ver a todos, pero a nadie a la vez. Es decir, debe dirigir la vista a todos los sectores, pues si lo hace así, cada persona se sentirá aludida y no perderá el hilo de la exposición.
Lo importante de todo esto es desarrollar las cualidades. Vinueza comenta que todos somos seres sociales y que hablamos con nuestros amigos, familia o compañeros laborales. Tan solo es cuestión de vencer el miedo y, si citamos a los griegos, decir que “solo hay un mal: la ignorancia y un bien: la sabiduría”.
La mejor forma de poner en práctica esta frase es hacer lo que promulga Carnegie: saber mucho más de lo que se va a decir.