La Unidad de Monitoreo del Geofísico opera y registra anomalías las 24 horas. Foto: Pavel Calahorrano/EL COMERCIO
El sismo del pasado 16 de abril se escuchó en la sala de monitoreo del Instituto Geofísico de Quito como una alarma, similar al sonido de una ambulancia. Así reacciona el sistema que detecta estos eventos.
El edificio tembló y a las 19:01 (tres minutos después) envió un informe preliminar. La comunicación hasta ahí iba bien.
A esa hora, se supo que el terremoto de ese sábado era de 6.9 grados en la escala de Ritcher.
Esa información se envió automáticamente a través de correos electrónicos y redes sociales del Geofísico. Pero siete minutos después, según las demás estaciones, el sismo podía haber superado los 7.3 grados. Desde allí la comunicación externa colapsó.
“Todo el sistema funcionó, los datos vinieron, se hacían los procesamientos pero no se podían difundir. Tuvimos más de 100 000 visitas por minuto a la página web. Nuestro sistema no resistió”.
Así lo explicó Mario Ruiz, director de esta entidad, que monitorea estos eventos y los publica al instante a través de su página web, redes sociales, correos electrónicos y por radio.
Ese procedimiento se cumplió; incluso, los datos llegaron hasta la Secretaría de Gestión de Riesgos y el ECU-911. Por ello, aclara Ruiz, los equipos del Geofísico nunca se dañaron tras el terremoto. Lo que les impidió emitir más detalles fue la congestión en las telecomunicaciones.
Esa noche, solo una persona -la técnica Cecilia Mejía– cumplía su turno nocturno en el Geofísico. Pero a los 10 minutos ya tuvo apoyo de Javier Santo, otro experto.
Pero la manifestación de un evento grave se supo en el país y el mundo a los pocos minutos, a través de organismos internacionales. Esos datos que difundieron entidades como el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, en inglés) se obtuvieron desde equipos del Geofísico, en Ecuador.
¿Qué pasa si hay un sismo muy fuerte y se cae el Instituto Geofísico? Según su director, lo crucial es compartir la información que emiten sus estaciones con otros países como Japón y Estados Unidos. Por eso, a miles de kilómetros se supo del terremoto.
Mientras tanto, y hasta que la comunicación se normalizara, el Geofísico optó por otras alternativas. “Tomamos la información que se generó por Facebook y la registramos”.
Wellinton Rentería, encargado del Centro de Monitoreo Oceánico del Inocar, en Guayaquil, coincide en que ante eventos fuertes, como el del 16 de abril, es muy probable que la comunicación colapse.
Por ello, el Geofísico y el Inocar funcionan con una red de Internet más ágil que la habitual, denominada Cedia, pero que también puede averiarse. “El problema es también en la emisión desde entidades oficiales hacia la población”.
Rentería recalcó la importancia de contar con comunicaciones alternas, que en el caso de Inocar son conexiones con Colombia, Perú y Hawái.
En Quito, antes de las 20:00 de ese sábado, el equipo de sismología del Geofísico -encabezado por su jefa Alexandra Alvarado– ya se dirigió a las instalaciones de esta entidad. A esa hora, la comunicación se restableció parcialmente. Todos pernoctaron en la unidad de monitoreo hasta las 06:00 del domingo 17 de abril.
Durante la madrugada, el Sistema Swift -con el que funcionan los sismógrafos- no dejó de reportar las réplicas. A las 08:30, Alvarado confirmó que estas podrían durar meses.
Después se habló en reforzar el monitoreo con equipos de emergencia. Pero ese soporte tampoco pudo salir rápidamente. “Se tiene el equipo en la entrada listo para salir. Pero hay muchas vías por las que no hay como transitar”, dijo Alvarado ese día.
Ya a las 14:00 del domingo, el equipo entero del Geofísico pudo reunirse para tomar decisiones. A partir de ese día, se reforzó el equipo de los turnos nocturnos (cuatro personas).
Rentería resalta que la ciudadanía no debe esperar la emisión de alertas de las entidades que monitorean estos eventos. “El sismo o el evento son la mejor alerta natural”.