Cayeron las máscaras, ahora los que se autotitulaban demócratas gritan pidiendo ‘gorilettis’ y ‘pinochettis’; les gusta conversar con los espejos y sus reflejos, la opinión popular les importa un pito y no tienen el valor de escuchar o leer la opinión contraria.
Leo y releo las frases que aparecen en editoriales y que especulan sobre el anuncio del presidente Correa acerca de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución Ciudadana (CDRC), y me quedo perplejo, más cuando vienen de personas supuestamente inteligentes.
Asombra que antes de que siquiera exista un solo CDRC ya los ‘sabios adivinos’ los conozcan tan a la perfección que hasta adviertan sus letales efectos.
Saben tanto que incluso describen con lujo de detalles cómo y para qué funcionarán: para perseguir, espiar y agredir.
Me pregunto: ¿qué es lo que les asusta tanto a los opinadores públicos que hablan desde el editorialismo mediático opositor?
¿Será la palabra revolución o será una reacción psíquica que devela sus propios miedos y paranoias ante los cucos de un comunismo inexistente?
El Ecuador de 2009 no es ni
remotamente similar a la Cuba de 1960 ni a la Venezuela de 2002.
Acepto que las siglas mencionadas por Correa pudieron ser apresuradas y nada originales.
Acepto que pudo haber explicado mucho mejor que se trataba de una arenga para organizar las bases del Movimiento País y que pudo haber recordado que esa agrupación ya utilizó comités familiares y barriales como núcleos electorales.
Con mayor razón resultan inaceptables los augurios paranoicos que amalean cualquier señal favorable hacia una ciudadanía organizada para defender sus derechos y libertades frente a ‘gabinetes paralelos’ (Lucio) y otras oscuras jugadas de la oposición más descompuesta y reaccionaria.
Correa es el Presidente, pero las correcciones que nuestra sociedad necesita se efectuarán si la población se organiza y obliga al Gobierno a realizarlas. Propongo el nombre de ‘Comités ciudadanos de apoyo a la revolución ciudadana y control del Gobierno’.
Sucede en el fondo que, como siempre en nuestra historia, las élites temen todo lo que sea organización popular.
Eduardo Kaviedes Ferrín