Manuel y Ximena Galecio venden mascarillas y guantes en la calle para ganar algo de dinero, en Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Los trabajadores autónomos, que viven del día a día, pasan momentos de angustia. Desde hace 11 días la familia de Irene Chiluisa solo come una o dos veces al día. La ración está compuesta de arroz y plátano o colada. No tiene dinero para nada más. Esta familia se levanta tarde para no tomar el desayuno y cena solo si sobra algo del almuerzo.
Irene es comerciante ambulante desde hace 40 años. Durante el estado de excepción no ha salido a vender espumilla en el Centro Histórico de Quito, una actividad que le dejaba entre USD 5 y 10 al día.
Esos ingresos se complementaban con algo de recursos que obtenía su hijo mayor como ayudante de pintura en la construcción, pero él tampoco ha podido salir a trabajar.
Irene vive, además, con su esposo, su nieta y su biznieto de cuatro años.
“Tenemos miedo de contagiarnos del virus, por eso estamos acatando lo que dice el Gobierno, pero estamos desesperados por la falta de dinero. Lo poco que tenía ya lo gastamos y ahora casi no tenemos qué comer. No sabemos qué hacer”, cuenta la comerciante con la voz entrecortada del otro lado del teléfono.
El coletazo de las medidas tomadas para hacer frente a la crisis sanitaria también ha impactado a los comerciantes que laboran por cuenta propia en ferias libres, plazas, mercados y transporte público, explica Iván Prado, titular de la Confederación Unitaria de Comerciantes Minoristas y Trabajadores Autónomos del Ecuador (Cucomitae). Esa organización reúne a 17 gremios.
En el país 47 de cada 100 empleos son informales, según datos a diciembre pasado del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Prado solicita al Gobierno que libere de la manera más pronta la ayuda económica y la entrega de alimentos ofrecidos, ya que muchas de las familias afectadas actualmente no reciben el bono de desarrollo humano (BDH).
El ministro de Inclusión Económica y Social (MIES), Iván Granda, explicó ayer que el Gobierno entregará un bono de USD 60 en dos ocasiones (abril y mayo) a personas que no necesariamente estaban en la línea de pobreza o extrema pobreza, pero que se dedicaban a ventas minoristas y se han quedado sin ingresos.
Entre ellos, el Ministro citó como ejemplos a vendedores ambulantes, peluqueras o dueños de un bazar. El pago se hará en los bancos del barrio.
La ayuda beneficia temporalmente a 400 000 personas, las cuales son adicionales a las 925 000 que hoy reciben el BDH, explicó.
Granda señaló, además, que se han coordinado acciones con las operadoras móviles para enviar mensajes de texto a los beneficiarios, en los cuales se señalará el sitio de cobro.
Irene aún no ha recibido esa información en su celular. Ella es presidenta de una pequeña asociación de 30 vendedoras independientes que, antes de la crisis sanitaria, recorrían las calles de la ciudad vendiendo pinchos, mote con fritada, frutas y otros productos.
Sus socias le llaman a diario para preguntar cómo funcionará la entrega de la ayuda económica y si están en el listado de beneficiarios, pero Irene no sabe qué responder.
El titular del MIES dijo que las personas pueden llamar al 1800 002 002 para consultar si son parte de la base de datos o resolver cualquier duda.
El funcionario agregó que el Gobierno inició desde la semana pasada la entrega de 250 000 kits de alimentos para las familias de bajo ingreso, lo cual se hace de casa en casa para evitar aglomeraciones.
Las campañas para que la gente done canastas con productos para hogares de bajos recursos también continuó el pasado jueves 26 de marzo de 2020. Los interesados deben ingresar a este link, escoger el kit y pagarlo en línea.
El Presidente de la Cucomitae planteó que se cree un “banco de ideas” con participación de voceros del sector, autoridades locales y de Gobierno para consensuar estrategias para atender a esta población, que incluye a mujeres y personas de la tercera edad.
Melba, una comerciante informal de 61 años que antes de la crisis vendía zapatos en el norte de Quito, se quedó ayer sin dinero y optó por salir a vender guantes y mascarillas en la calle por unas horas. “Me da miedo salir, pero no tenemos qué comer. Con lo que vendí, saqué USD 6 y con eso compré algo para hacer el almuerzo para mi familia”.
La siguiente semana será crítica para comerciantes como ella, de bajo ingreso, sin casa propia y sin seguridad social.
Irene arrienda un departamento en El Tejar, en el centro de la capital, y teme que el dueño de la casa exija el pago. Otras socias de su gremio han comenzado a recibir mensajes de texto de las cooperativas y cajas comunales para cobrar las deudas de créditos.
“No sé cómo sea para mí la siguiente semana. Estoy en crisis y nadie nos ayuda”, dice la mujer, de 54 años. Ayer su familia iba a dormir sin cenar.
EL COMERCIO
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