La doctora Paula Vargas usa equipos de bioseguridad para atender a su paciente Betty Guaycha, de 51 años, en Quito. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO
En los consultorios médicos privados se realizan dos rituales para evitar contagios de covid-19. El primero consiste en la toma de temperatura y la desinfección de manos y calzado. El segundo está relacionado con la doble protección para galenos y usuarios.
Betty Guaycha, de 51 años, cumplió con este proceso en su cita del miércoles. Pasadas las 11:00 acudió a Keva Dental centro odontológico, en el norte de Quito, para una profilaxis y la colocación de un aparato.
En la entrada, el guardia le proporcionó alcohol en gel para desinfectar sus manos. Y le pidió que limpiara su calzado en una bandeja con un líquido.
Superados esos pasos, la mujer ingresó al centro, en donde confirmaron que no tuviera fiebre. Si el termómetro hubiera marcado más de 38°C -síntoma de covid-19-, no habría pasado. Betty pudo hacerlo. Llevaba doble mascarilla y su propio alcohol para higienizar sus manos de forma constante.
En la sala de espera, los asientos están ubicados a dos metros uno del otro.
Los pacientes deben ir solos, explica Paula Vargas, especialista en rehabilitación oral y gerenta del centro donde laboran 10 profesionales: cinco fijos. Ninguno se ha contagiado.
Las medidas de bioseguridad adoptadas -según normas internacionales- funcionaron. Cada médico usa una mascarilla N95 y una quirúrgica. Esta última se cambia cada vez que ingresa un paciente diferente. Atienden 30 diarios.
A estos se suman visores, gafas, dos gorros y dos trajes (uno de tela y otro descartable) y cubrezapatos. El cliente recibe parte de la indumentaria.
Los odontólogos trabajan a menos de 30 centímetros del rostro del atendido y expuestos a aerosoles (gotas de saliva), señala el odontólogo y docente David Montero.
En su consultorio se han implementado medidas similares. Por ello -dice- no se han infectado, pero pide que se les vacune. Según el cronograma del Gobierno, el personal sanitario de la red pública y privada debió estar inmunizado hasta el 30 de marzo. Esto no se ha cumplido.
Ese es el caso, por ejemplo, de 2 200 galenos enlistados por el Colegio de Médicos de Pichincha. Víctor Álvarez, su titular, aclara que los facultativos registrados en su base de datos aún no han sido inoculados. “No hay información exacta sobre el número de colegas vacunados en el país”.
Patricia Daza es una ginecóloga que espera su turno para protegerse contra el coronavirus. Mantiene las medidas de bioseguridad activas.
En su consultorio, que mide algo más de 120 metros cuadrados, se colocaron cuatro dispensadores de alcohol y se retiraron objetos para evitar posibles contagios. Además, se atiende bajo cita médica y se usan insumos de bioseguridad.
Esto ha generado confianza en sus pacientes. Ruth Rodríguez, de 29 años, es una de ellas. La joven tiene endometriosis -patología que puede alterar la fertilidad-, por lo que acude cada mes al chequeo.
Lo hace sin preocupaciones, relata. “Voy bien protegida con la mascarilla. Y me siento tranquila porque allá se siguen los protocolos al pie de la letra”.
En el consultorio del pediatra Fernando Aguinaga también se tomaron medidas. Una es la división de pacientes: niños sanos que van a los controles e infantes con enfermedades respiratorias u otras.
Esto, para facilitar la desinfección de los cubículos, que toma entre 10 y 30 minutos. En este lugar se ampliaron los horarios de atención y acuden con previa cita.
No olvide
El médico debe lavarse las manos con agua y jabón, luego de cada cita, no dar la mano a sus pacientes y desinfectar todas las superficies.
El equipo de protección debe usarse de forma correcta. Se recomiendan mascarillas N95 y quirúrgicas, visor, guantes, bata, gorro y cubrezapatos descartables.
El paciente debe acudir sin compañía e informar si ha estado en contacto con contagiados, previamente por teléfono.
La puntualidad es necesaria, porque se hacen citas únicas, a determinadas horas, para evitar aglomeraciones.