Redacción Santo Domingo
Cecilia Olivares es una chonera que cultiva la mandarina criolla cerca de su casa.
Tiene 30 árboles en su finca de 5 hectáreas, donde cultiva otros productos. La propiedad está en Mosquito, en Chone (Manabí). Mosquito es un recinto al que se llega por un camino lastrado y polvoriento. A cada lado van apareciendo los. platanales, limonares y naranjales.
Las propiedades
La mandarina contiene vitamina C. En el día se pueden comer cuatro mandarinas para beneficiarse de la vitamina.
También tiene propiedades antioxidantes, que previenen enfermedades degenerativas.
Según el Instituto Nacional de estadísticas y Censos, el año pasado hubo 607 022 árboles de mandarinas. Se produjeron
165 419 toneladas, que generaron USD 147 224.
Ella, su esposo, Lobertis Villamil, y su cuñado Eloy empiezan la recolección a las 06:00, en esta temporada de la mandarina, que se inicia entre mayo y julio y de agosto a noviembre.
Los dos usan una escalera y un podón (cuchilla) colocado en una vara de madera para cosechar las mandarinas. Al pie del árbol, Olivares espera con un costal abierto. Cuando caen, les quita las ramas y las clasifica según el tamaño, entre grandes y pequeñas. En los centros de acopio, la mandarina pequeña vale menos, pues se entregan dos por el tamaño de una grande.
Se clasifican también por el aspecto de la cáscara de la fruta, es decir, que no tengan manchas y sean rojas (anaranjado brillante). “Si están con manchas las consideran rechazo”.
Para tener una buena fruta, Olivares abona sus plantas con productos naturales, como el estiércol de ganado. Producen mejor y las mandarinas son más sanas y resistentes. Cada árbol produce entre 500 y 600 frutos; antes eran entre 100 y 300.
La cosecha termina luego de tres horas. La mujer prefiere trabajar en la mañana, para que la mandarina se mantenga fresca y no se exponga al sol.
Los 10 costales de mandarina son colocados en su carro Lada crema de 1994. Lobertis Villamil conduce un kilómetro hasta el recinto San Andrés.
Ahí funciona el centro de acopio de Javier Molina. Olivares cuenta con paciencia cada fruta que se desembarca. El objetivo es asegurar la venta de toda la mercadería. En total llevaron 1 000 mandarinas; su cosecha anual es de 20 000 frutos.
La familia recibió USD 25 por todo: le pagaron USD 2,50 por cada ciento. Olivares y su esposo acuden al centro de acopio tres veces por semana, mientras dura la época de cosecha.
Molina compra el producto de los agricultores de los recintos Garrapata, Río Grande, Sánchez, entre otros, del cantón choneño, del cual sale la mayor cantidad de la mandarina para el resto del país.
El comerciante recibe entre 80 000 y 100 000 mandarinas criollas semanales. Los comerciantes mayoristas las venden en los mercados y supermercados de Quito, Ibarra, Latacunga, Ambato, Guayaquil y Loja. También se exporta a Colombia.
La fruta se transporta en canastillas plásticas. Cada una tiene capacidad para 150 y 200 unidades. Así se las mantiene en buen estado y no se estropean. Molina dice que el viaje hasta Ipiales (Colombia) tarda cinco días. Desde allí, la mandarina se envía a los centros de abastos de Cali y Bogotá.
Otro productor que vende a Molina es Ramón Molina, también de Mosquito. Tiene tres hectáreas en el recinto Mosquito. Cada árbol carga entre 300 y 500 mandarinas. De lunes a sábado recolecta, con ayuda de sus trabajadores, entre 7 500 y 9 000 frutas diarias.
El jornalero Vicente Solórzano dice: “Cuando estamos en época de mandarina venimos a las fincas a trabajar”. Solórzano vive en Mosquito, donde trabaja como jornalero en varias fincas.
Él dice que la gente ya no vende mandarinas en la carretera. El propósito es asegurar la venta y no mantenerlas en el sol. En el trayecto de la vía a Chone las mandarinas ya no aparecen regadas sobre el asfalto, como ocurrió el año pasado.