Durante el primer año de gobierno, Correa continuaba cercano a figuras de izquierda como Alberto Acosta (der.). Foto: Archivo / EL COMERCIO
Desde el retorno a la democracia, en 1978, el Ecuador ha elegido 10 presidentes de la República. En estos procesos, siete veces ganaron los candidatos que se autodefinieron como progresistas.
El primer caso fue el de Jaime Roldós, quien llegó por la Concentración de Fuerzas Populares. Al ser el primer mandatario después de siete años de dictadura, tuvo el desafío de devolverle al país la democracia. Sus discursos estuvieron marcados por postulados de defensa a los derechos humanos y el apoyo a procesos revolucionarios en la región, como la independencia sandinista en Nicaragua.
El último caso, en cambio, es el del actual presidente Rafael Correa. Su revolución ciudadana se basa en los postulados del denominado socialismo del siglo XXI. Ha sido reelecto en tres ocasiones y es uno de los líderes en Sudamérica.
Santiago Basabe, catedrático de Flacso, explica que este es un fenómeno que no ocurre solo en Ecuador sino en toda América Latina.
Considera que la gente se siente más identificada con los discursos denominados de izquierda, porque embanderan luchas más cercanas a ellos como las libertades.
Y en el caso de Correa pudo captar el apoyo hablando de devolverle al pueblo el protagonismo por sobre la clase política tradicional.
Sin embargo, el especialista advierte que ese discurso social, cercano a las bases, no siempre se mantiene o se refleja en el accionar de sus figuras, cuando están en el poder.
Los gobiernos que llegan de la mano de un discurso con tintes socialistas en varios casos tienden a dar un giro “drástico”, con las acciones que emprenden ya en el ejercicio de sus funciones.
Pone el ejemplo de Lucio Gutiérrez. El militar en servicio pasivo llegó de la mano de una alianza con el extinto Movimiento Popular Democrático (MPD) y Pachakutik; ambas alineadas a la izquierda.
No obstante, ya en el poder tomó distancia y adoptó medidas consideradas neoliberales como la firma de una carta de intención para abrir una línea de crédito con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en febrero del 2003.
Además, fue criticado por la estrecha relación que generó con EE.UU., gobernado entonces por George W. Bush.
Un cambio de tendencia
En la actual elección, la centro-izquierda se vio representada por dos candidaturas autodenominadas de esta tendencia. Por un lado, Paco Moncayo, quien fue postulado por Unidad Popular, Pachakutik y la Izquierda Democrática. Y Lenín Moreno, por A. País.
Moncayo obtuvo el 6,71% de votación y quedó en cuarto lugar. La alianza consiguió sumar ocho curules en la Asamblea: cuatro por Izquierda Democrática (ID) y cuatro por Pachakutik.
Moreno, en cambio, pasó a la segunda vuelta electoral primero. Fue la primera vez que el oficialismo no ganó en una primera vuelta, en 10 años. Y en esta elección perdió la mayoría calificada que tuvo en la Asamblea. Pasó de 100 a 74 curules.
El catedrático Sebastián Mantilla cree que los 10 años de correísmo pasan factura a la izquierda. Argumenta que la alianza encabezada por Moncayo llegó muy golpeada, porque desde el mismo Régimen se dividió a la centro-izquierda, incluidas las organizaciones sociales, que eran una base importante.
Casos como el de la Unión Nacional de Educadores vs. la Red de Maestros o las dos directivas en pugna en la Confeniae, división amazónica de la Conaie, dan cuenta de ello.
También se promovió una legislación que estableció metas de votación, logro de curules, que devinieron en la pérdida de la personería jurídica de varios partidos, entre estos de la tendencia.
“La centro-izquierda sufre la presencia del partido de Gobierno que devoró a los cuadros, el espacio, lo malgastó y por consiguiente es muy difícil recuperarse”, afirma Luis Verdesoto, que fue asesor político de Moncayo.
Para María Fernanda Espinosa, de Alianza País y parte del equipo de la candidatura de Moreno, la tendencia está vigente y el oficialismo la encarna. Sobre todo en torno a sus principios de mantener un Estado de derechos, garantías. “La inclusión, la no discriminación, un Estado para todos, no para una élite”.