En busca de nuevas sensaciones
La expresión artística, cualquiera que sea, mejora nuestra vida. No importa en qué formato nos llegue. Puede ser a través de la plástica, de la literatura, del teatro, de la música, del cine, de la poesía... Resulta que un día algo nos conmueve, algo da en el centro de eso que nunca sabemos bien cómo describir y entonces sí, descubrimos el alcance del arte como hecho conmocionante.
Daniel Amiano
Columnista
Es editor de La Nación Tevé y columnista de rock en la sección Espectáculos. Trabajó en el suplemento Vía Libre, suplemento Rock y Deportes, y realizó colaboraciones en la Revista y Cultura. La Nación de Argentina, GDA
Como parte de una generación que encontró en el rock una forma de estar en el mundo, pude ver, aprender y distanciarme de un movimiento que en sus orígenes se plantó como contracultural aunque diera buenos dividendos, y que se expandió hasta hoy, donde los negocios opacan cualquier expresión que incomode, aunque a veces -a pesar de los carteles de los sponsors- alcancemos a ver destellos de un sueño; un sueño que, como aquellas estrellas lejanas, quizá ya esté muerto aunque nos llegue su luz. Hoy, los sponsors ya no acompañan a los artistas; los artistas acompañan a los sponsors.
Tal vez el arte sea la búsqueda. Y el error. Y el intentar sensaciones nuevas. Y no saber cuál es el camino. Y no tener idea de cuál es el destino.
Hacer, rehacer, volver a empezar. El éxito tal vez sea, justamente, transitar ese camino de inseguridades, de riesgos, de miedos, pero también de gozo, de aventura.
No pocas veces el rock se ofreció -y se ofrece- como una posibilidad artística. Y eso, sin duda, lo convirtió en una de las más fuertes expresiones culturales del último medio siglo, que además contagió a otras formas artísticas.
El rock fue la puerta a otras expresiones. De los Beatles a casi toda la música del pasado y del futuro; de Bob Dylan a los Beatniks; de Velvet Underground al arte pop y a Andy Warhol; de Spinetta hasta Artaud y los surrealistas; de los Doors a Rimbaud; de Pink Floyd a la música que experimentaron Bartók, Cage, Stockhausen y otros ‘roqueros’... Cada uno nos llevó a otro, en una cadena interminable de asombros que mantiene en vela a curiosos de toda estirpe.