El mediodía del martes, los viajeros llegaron al Aeropuerto Mariscal Sucre para abordar un vuelo a Miami. Varios de ellos aprovecharían las ofertas. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
Evelyn Jácome. Redactora (I)
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Hizo fila desde las 02:30 en las afueras del centro comercial. Cuando las puertas se abrieron, a las 05:00, la gente entró desbocada. En medio de empujones y estrés, compró ropa, zapatos, una computadora y pagó USD 700, cuando en un día normal hubiese gastado USD 1 600. Así es como Alejandra Medina, quiteña de 33 años, vivió el Black Friday del 2013.
El viernes negro -en español- es sinónimo de compras. Es el día en el que la gente en Estados Unidos se arrancha las prendas y pelea por acceder a ofertas que alcanzan, en algunos casos, hasta el 80% de descuento. Y aun cuando se lleva a cabo a más de 2 900 kilómetros de Quito, también tiene su impacto en la capital.
El año pasado, solo en noviembre, 19 669 personas viajaron desde esta ciudad a EEUU. La mayoría de ellos lo hizo a partir de la segunda semana del mes. Una fecha cercana al viernes negro que se celebra el último viernes de noviembre, después del Día de Acción de Gracias.
Las estadísticas que maneja el Aeropuerto Mariscal Sucre muestran que a partir del 16 de noviembre, el número de viajantes por día aumenta entre un 10 y 15%, comparado con el resto del mes. En el 2013, el 27 de ese mes, se presentó un pico de 732 viajantes, mientras que el 7, por ejemplo, viajaron apenas 502.
El Black Friday es un día tan popular a escala mundial que gente de todos los países viaja a EE.UU. para participar. En Ecuador, la cifra de pasajeros que viajan en noviembre tiende al alza. Las estadísticas que maneja el Ministerio del Interior revelan que desde el 1 hasta el 24 de este mes viajaron 21 388 pasajeros rumbo a Estados Unidos. En el 2013, en el mismo período de tiempo, hubo 15 489.
Alejandra es de clase media, estudió Derecho en la Universidad Central, tiene un Corsa del 2010 y mientras ordena un poco la sala de un pequeño departamento que renta en la Naciones Unidas, cuenta que no pudo resistirse a la tentación. Viajó con dos amigas y llegó a la casa de su tía, en Nueva Jersey.
Las cifras anuales de viajes a los EE.UU. también crecen. En todo el 2013 viajaron 298 693 pasajeros desde la capital. En este año, a pesar de que aún falta más de un mes para que concluya, esa cifra se superó: 304 444 personas.
Roberto Vela, de 34 años, es otro de los coterráneos que ha viajado a hacer compras el viernes negro. Cuenta que llegó al país del norte un lunes, con un grupo de cinco amigos. Acudió a las 03:00, al Jersey Gardens, en Nueva Jersey y ya había más de 80 personas delante suyo.
Hizo algo que en Quito jamás se le habría ocurrido: esperó dos horas para poder ingresar a un mall. Y valió la pena. En el centro comercial al que acudió no se pagan impuestos y además de los descuentos, los turistas recibían cupones. Por ejemplo, por cada USD 100 de compras, recibía una tarjeta de USD 25. Todo eso solo con presentar el pasaporte en la recepción del centro comercial.
No solo los viajes hacia EE.UU. han aumentado, también el número de visas entregadas. En el 2013 la Embajada americana entregó 112 211 habilitaciones, casi el doble de las otorgadas en el 2010.
En Sudamérica, Ecuador es el quinto país al que mayor cantidad de visas se le ha dado. Superado por Brasil, Colombia, Argentina y Venezuela.
De hecho, más visas se han adjudicado a ciudadanos del continente americano, alcanzando casi la mitad de autorizaciones, de las 9 164 349 entregadas por EE.UU. en el mundo.
Para Jaime Carrera, economista, el que en nuestro país se maneje la misma moneda que en los EE.UU. hace más seductoras ese tipo de promociones, más aún en una economía con precios tan elevados, como la nuestra. “El viernes negro es una muestra de que la filosofía consumista de los EE.UU. se ha expandido al mundo”.
El mediodía del martes, dos días antes del viernes negro, Consuelo, de 71 años, se encontraba haciendo el ‘check in’ en el aeropuerto rumbo a Miami, al igual que Carlos, María, Alexandra… Las personas admitieron ir de compras, pero prefirieron no dar su apellido ni ser fotografiadas por temor a que a su regreso, les obliguen a pagar impuestos o haya medidas que lamentar.