A sus sesenta y pico de años –sesenta y seis, creo- Jeff Beck puede con sobrada justicia argumentar que es uno de los más grandes guitarristas de la historia del rock y por muchas razones distintas. Quizá no sea el más llamativo ni el que más discos venda. Definitivamente no es el más popular, pero Beck tiene el currículum y la maestría técnica para rivalizar con quien se le pare enfrente. A bordo de los Yardbirds, por ejemplo, experimentó con los ecos más profundos, las distorsiones más chirriantes y las amplificaciones más estridentes. Con los Yardbirds, más que nada, Jeff Beck alternó con otros semidioses de la guitarra eléctrica: un tal Eric Clapton y con Jimmy Page, que poco después pasó a formar Led Zeppelin. Clapton, en los años sesenta un maniático del blues, se cambió a las filas de los Bluesbreakers de John Mayall en busca de mayor pureza musical. Jeff Beck decidió seguir su propio camino y encontrar los ruidos más esmerados y los tonos más minuciosos.
Pero antes, cuando era un adolescente inglés, Jeff Beck aprendió a tocar con una guitarra prestada e hizo varios experimentos para construir su propio instrumento. Pocos años después, influenciado básicamente por B.B. King, la primera guitarra que lo impresionó fue una Gibson Les Paul. De esa época datan sus trabajos como músico de estudio de grabación y de 1967 la idea de los miembros de Pink Floyd de reclutarlo para la legendaria banda tras la salida de Syd Barrett. De 1975, a ojo de buen cubero, data una fallida audición para reemplazar a Mick Taylor, quien había dejado a los Rolling Stones.
Anécdotas de lado, lo fascinante de Beck es su relación casi volcánica con la guitarra eléctrica. Es que le entusiasma el instrumento como objeto de arte casi tanto como los sonidos que le logra sacar. Por eso, pienso, Jeff Beck no se casa –literalmente- con ningún modelo en particular, a veces toca una Fender Stratocaster, otras una Telecaster y otras una Les Paul. Es decir, los tres modelos clásicos. De cada una obtiene sonidos fascinantes y distintos, casi siempre técnicamente perfectos. Las observaciones de otro gran guitarrista, Vernon Reid del grupo Living Colour, no pueden ser más precisas: “Empieza con el tono; mercurial, cálido, desafiante, mordelón, sin duda suyo. Sutil y tierno, sin dudas; sin embargo, a menudo brutal sin disculpas, cool. Si la guitarra es una mujer él es su más ardiente y celoso amante’ Escuchando la música que él (Beck) y ella (su guitarra) han hecho juntos con el pasar de los años es como escuchar a dos amantes en una feroz discusión, compartiendo una broma, o darse cuenta de que la pareja del cuarto de al lado en un hotel está haciendo el amor en apasionado frenesí.”