Redacción Cultura
Estefanía Obando se instaló por horas el pasado sábado en la taquilla del Teatro Bolívar. Frente a ella, parecía que la fila de quienes querían comprar su entrada para ‘Pinocho, el musical’, no se acababa.
Afuera, dos revendedoras trataban de conquistar clientes, promocionando las entradas que ya no había en taquilla. La fila en la calle Espejo se extendía por más de una cuadra a las 17:40. Padres e hijos, bien abrigados, esperaban pacientes por su turno de entrar. “Mami, ¿por aquí va a entrar Pinocho?”, se escuchó en la voz de una pequeña y causó sonrisas cómplices entre los padres.
Cuando a las 18:16 sonó la tercera llamada, Obando ya no tenía más entradas para vender: se habían acabado las 150 de adultos y las 100 de niños.
Los niños, emocionados, aplaudieron a los artistas cuando se abrió el telón. La canción Una mágica ciudad marcó la primera parte y dejó ver la calidad de los artistas, aunque un problema de con los micrófonos -unos más bajos que los otros- perjudicó algunos números, cuando se escuchaba más a unos que a otros.
Dieciocho canciones, todas compuestas en Arte’n3, le dieron cuerpo a esta versión de Pinocho, más optimista y alegre que las tradicionales.
Victoria Abad, como Pinocho, presentó una voz dulce pero fuerte, bailó con gusto e interpretó con gracia a un personaje curioso que no para de meterse en líos.
Micaella Cattani, como Pepe Grillo, le dio el toque de humor a la obra, como una conciencia a la cual el trabajo se le sale de las manos. Daniel Chiriboga, Guepetto, consiguió empatía con los niños asistentes, quienes le gritaban que se levantara cuando, en una escena, un libro lo tumba, o le sugerían nombres para bautizar al muñeco de madera.
Pero, a veces, Chiriboga olvidaba que su papel era el de un viejito, aceleraba su paso y casi no apoyaba su bastón.
Mariela Nazareno, ex Kiruba, en el papel del ‘Hada blanca’, manejó su actuación con gracia y hasta con ironía al hablar de su ‘oficio’, pero es su voz la estrella, como lo demostró en la canción Despierta Pinocho.
Las ratitas -alumnos más pequeños de Arten’3- que acompañaron a Vamier, Alexey Martínez, fueron la nota dulce. Con canciones tiernas, sobre galletas, queso y mermelada, hicieron sonreír y enternecerse al público.