Una vez un alumno de un colegio preguntó a su profesor, que aún cursaba la universidad: “¿Qué se siente ser un represor por la mañana y un reprimido por la tarde?” Esto viene al caso a propósito del proceso contra David Rosero, el vocal del Consejo de Participación, porque hay cosas en la política que no se entienden muy bien. Por ejemplo: hay el derecho a la resistencia, según la Constitución. Pero ese derecho tiene un límite: la autoridad. Entonces, la resistencia queda restringida hacia aquello que vulneraría derechos.
La palabra ‘aquello’ es tan vaga como ‘algo’. ¿Ante qué ejerzo mi resistencia? ¿Contra los derechos vulnerados? ¿Por qué no mejor contra lo que vulnera ese derecho? Ante un derecho vulnerado no hay resistencia: hay indignación. Pero se resiste ante sus causas. Y eso suele siempre ser la autoridad. Uno resiste a lo hegemónico, porque sus políticas o sus acciones agreden el derecho de una persona, de una comunidad, de un pueblo.
La autoridad suprema es el Estado. En las más tempranas lecciones del marxismo-leninismo se enseña que la clase dominante a través del Estado requiere de fuerzas coercitivas sobre la clase dominada. Por tanto, si un Estado despliega esas fuerzas policiales, es lógico que el individuo, la comunidad, el pueblo, reaccione. Y resiste porque ahí está la autoridad: las fuerzas del orden, el Gobierno, el Estado.
La Constitución creó la figura del derecho a la resistencia. Institucionalizar la resistencia es una paradoja porque en principio es el poder el que institucionaliza. Curiosamente, Correa en su primera campaña electoral reivindicaba la movilización. Y muchos de Alianza País la reivindican. De hecho, algunos provienen de la movilización.
Pero nunca se pensó –o no se quiso decir porque en ese momento el país se pensaba como forajido– que es imposible la convivencia entre poder y resistencia porque son antagónicos por naturaleza. Y un Estado, un Gobierno y su institucionalidad no pueden ser represores por la mañana y reprimidos por la tarde. Es gracioso, pero no tiene sentido.