Redacción Cultura
La colección ‘Grandes maestros de la narrativa’, que circula todos los viernes con este Diario, pone en manos de los lectores el volumen 7: ‘Bestiario/Todos los fuegos el fuego’, de Julio Cortázar. Se trata de un conjunto de cuentos excepcionales, escritos entre 1950 (‘Bestiario’) y finales de los setenta.
El libro se justificaría por tres cuentos que merecen formar parte de las mejores antologías de todos los tiempos: Casa tomada, Bestiario y La autopista del sur.
Alfaguara y EL COMERCIO auspician este libro para que llegue al mayor número de lectores. Son 16 cuentos en los cuales Cortázar muestra sus mejores armas: la literatura como juego, como un hecho lúdico de la imaginación, la complicidad del lector, la ambigüedad en su discurso narrativo (sugiere, nada más) y atmósferas fuertes, en las que el lector se siente partícipe de los avatares de sus criaturas de ficción.
Su lenguaje es conciso, poético, ágil. En ‘ Bestiario’, su primer gran libro, habla de objetos y hechos cotidianos, pasan a la dimensión de la pesadilla o de la revelación de un modo natural e imperceptible. Los editores mencionan que no hay en ellos ni el menor balbuceo ni resacas juveniles: son perfectos.
‘Todos los fuegos el fuego’ ofrece ocho muestras de la plenitud creadora de Cortázar. ‘Bestiario’ no deja de asombrar por la presencia, casi fantasmal, casi una sombra de horror, de un tigre que deambula por la casona de la familia Funes. El tigre es apenas sugerido, pero el lector lo visualiza omnipresente, extraño, marcando a los Funes, asfixiados en sus temores.
Casa tomada es una metáfora del populismo peronista que se tomó Argentina; aquí el suspenso y el temor que envuelven a los dos hermanos solterones es sutil.
Ellos dejan la casa de sus ancestros cuando los misteriosos invasores, perseverantes y temidos, logran ocupar todos los aposentos.