Ambato, 1869. En la finca La Liria nace Luis Alfredo Martínez Holguín. A lo largo de su vida, el sexto hijo de Nicolás y Adelaida se convertirá en muchas cosas: explorador, político, ciclista y andinista. Asimismo, escribirá libros y pintará paisajes que se exhibirán en lugares como la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y el Museo Vaticano.
Antes de su muerte, en 1909, nunca se imaginó que todas las facetas de su vida, incluida la de paisajista, serían olvidadas y relegadas a un segundo plano por la popularidad que alcanzaría ‘A la Costa’, la novela que dictó a Rosario Mera, su esposa, mientras intentaba recuperarse de la malaria que lo postró por meses en una cama.
En esas facetas olvidadas, sus relaciones familiares, pero sobre todo su amor por el paisajismo, se enfoca la exposición que se exhibe desde hace dos semanas en el Museo Nacional del Ecuador (Muna). En ‘Paisajes. Instantes de los Andes’, Martín Jaramillo, el curador de la muestra, reúne más de 30 obras, fotografías y documentos que arman un retrato de cuerpo entero de Luis A. Martínez.
La exposición
La visita a la muestra comienza con una sala en la que hay una mapa del Ecuador de Manuel Villavicencio y otro de Theodor Wolf; pinturas de autores anónimos, Rafael Salas y Frederic Church. Asimismo, libros y documentos del siglo XIX que sirven para entender quiénes influenciaron en el trabajo paisajístico de Martínez.
Church fue la figura central de la famosa Escuela del río Hudson. Visitó el país en dos ocasiones: 1853 y 1857. En su segunda visita conoció al pintor Antonio Salas y a Rafael, uno de sus tantos hijos que también era artista y que años más tarde se convertiría en el maestro de Luis A. Martínez.
Uno de los cuadros que más llama la atención es el de un artista anónimo en el que aparece un explorador sentado en una silla que está sobre la espalda de un guía local; una pintura que -según Jaramillo– da cuenta de cómo en esa época la naturaleza se empieza a fusionar con la ciencia y el arte. Esta es una conexión que interesará a Martínez durante su primera etapa como paisajista.
Avanzando en el recorrido se pueden ver sus primeras pinturas; paisajes en los que es evidente su intención de mostrar la geografía y la topografía del lugar.
Más adelante hay cuadros en los que se aprecia cómo sus paisajes se vuelven más narrativos y aparecen escenas de la entrada a la Costa y Amazonía. Para ese momento, finales del siglo XIX, Martínez era uno de los intelectuales ecuatorianos que estaba empeñado en afianzar la idea del Estado ecuatoriano y la identidad nacional.
Ahí están pinturas donde aparece el Camino del Inca, el Casahuala o el Carihuairazo; paisajes llenos de una visión romántica, pero también poblados de muchos detalles e información sobre la época. En estas pinturas la naturaleza siempre es la protagonista y el ser humano, cuando aparece, siempre está en un segundo plano. Lo que sí está vetado en sus obras son las alusiones religiosas; ausencia que responde a su anticlericalismo.
Después de pasar por una sala que reúne fotografías, objetos y documentos familiares, incluido un baúl con sus iniciales, aparece una serie de paisajes de gran formato, que pintó en el ocaso de su vida. Para ese momento, Martínez había dejado de ser ese intelectual moderno y multifacético y se había refugiado en la pintura.
Como colofón de esta exposición, aparece uno de sus paisajes más conocidos y reproducidos. Se trata de un cuadro en el que pinta su réquiem. La obra es de 1908, un año antes de su muerte y está dedicada a Eugenia Mera, quien se convirtió en su compañera después de la muerte de su esposa.