Sentada sobre uno de los sofás de la sala, Fanny Freile, viuda de Gonzalo Benítez (ex integrante del dúo Benítez y Valencia) miraba hacia la Basílica del Voto Nacional. Vive en la calle García Moreno.
Vestía un pantalón de tela y una blusa cafés, un saco verde y un pañuelo marrón en su cabeza. También lucía aretes y un collar de perlas. En el dedo índice izquierda llevaba un anillo de oro, que Gonzalo Benítez le dejó.
Se mostró recelosa en revelar su edad. “Una dama no cuenta sus años”, dijo entre risas, hasta que empezó a hablar de Benítez. En ese momento, se queda callada, por unos segundos y retoma el diálogo. Freile nació en Quito, en la calle Portilla, viene de una familia conservadora. Hija de la riobambeña Luz María Cabezas y del general de Aviación, Guillermo Freile, quien en la dictadura de Rodríguez Lara (1968-1972), fue ministro de Defensa.
Recordó que cuando tenía 15 años y estudiaba en el Colegio 24 de Mayo, su madre escuchaba en Radio Quito cantar al dúo Benítez y Valencia. “Ella me insistía para que escuche la música, pero a mí no me interesaba, era muchacha y andaba en otras cosas”, recordó.
Fue en la esquina de las calles Olmedo y Guayaquil cuando caminando junto con su madre conoció al artista desde lejos. “Mira, ahí está el Benítez que canta”. Ahí lo miró por primera vez, pero no le prestó mucha atención.
Luego de terminar el colegio, ella ingresó a trabajar en la Caja del Seguro, que estaba en la calle Benalcázar. “Un día, mientras regresaba a casa, Gonzalo estaba sentado haciéndose lustrar los zapatos, ahí me saludó”.
Freile afirmó que en ese tiempo, cuando un hombre saludaba a una mujer era comprometedor.
No lo volvió a ver hasta luego de un año, cuando una amiga llegó de Cali y los familiares le hicieron el recibimiento en una casa de La Recoleta. Fue un domingo y ella llegó a la reunión a las 17:00.
“No sabía que Gonzalo Benítez iba a ir y llegó a las 20:00”. Luego del té, ella se acercó a llamar por teléfono a su casa y Benítez le saludó otra vez. “Se sacó las gafas y me las encargó, ahí supe que éramos el uno para el otro”.
Recordó que esa tarde Gonzalo tocó El alma en los labios. “La fiesta duró hasta las 03:00”.
Para el miércoles, unos amigos organizaron otra reunión en una casa de la Junín. “Fue una sorpresa, porque yo llegué y Gonzalo estaba ahí”. Él no se quedó mucho tiempo porque tuvo que salir a una serenata y no volvió hasta la medianoche. “Él ya tenía mi número telefónico y me llamaba todos los días, así empezó todo”.
En un principio, su madre se oponía a la relación, ya que Benítez tenía pareja. Pero “yo luché contra mi familia y sus reglas. Cuando llega el amor ya no nos queda nada más”.
Dice que él siempre fue un romántico y detallista empedernido. En su casa, el olor a rosas y flores nunca faltaba porque le llevaba ramos todos los días. Otro de los detalles era llamarle antes de cantar en Radio Quito, para dedicarle los temas.
Recordó que cuando en los setenta murió Luis Alberto Valencia, su compañero de grupo, Gonzalo Benítez cayó en una profunda depresión. “Fueron cuatro meses que no cantó, incluso pensó dejar la música por la nostalgia de su compañero”. Con el paso del tiempo, más pudo la presión de sus conocidos.
Aseguró que fue una vida linda a su lado, llena de detalles y amor. No obstante, cuando su enfermedad empezó todo cambió. “Él tuvo una emoción fuerte y también tenía mal el corazón. Pasé en la clínica junto a él ocho meses hasta que falleció”.
Han pasado cinco años desde que Gonzalo Benítez murió. Sin embargo, Fanny asegura que todavía en las noches, cuando escucha su música, llora sola en el cuarto. “Ni el amor vence a la muerte, algún día estaré junto a él de nuevo”, dijo mientras sostenía con fuerza el anillo que le dejó.