El 1 de enero del 2003, Luiz Inácio Lula da Silva se convirtió en el primer obrero en llegar a la Presidencia de Brasil, y asumió el Gobierno rodeado de esperanzas y también del escepticismo de muchos.Ocho años más tarde, avalado por un índice de aprobación popular del 87% -el más elevado de la historia brasileña-, Lula entrega a su delfín y sucesora, Dilma Rousseff, un país económicamente más poderoso (octava economía mundial), políticamente más influyente y con grandes progresos en la lucha por la erradicación de la miseria.
“Si un día alguien me pregunta, ‘Oye, Lula, ¿Por qué tu gobierno tuvo éxito?’ Yo le diré: porque hicimos lo obvio. Lo obvio es la única cosa que un gobernante tiene que hacer; inventar es para científicos”, afirmó el carismático Mandatario de 65 años en un discurso reciente en Río de Janeiro.
La combinación de programas de asistencia directa a los pobres, como el Beca Familia, con políticas de significativos aumentos reales para el salario mínimo y ampliación del acceso al crédito hicieron desplomarse el número de pobres en el país.
Según datos oficiales, bajo el gobierno de Lula cerca de 36 millones de brasileños -de los 190 millones de habitantes- ingresaron a la clase media. Al mismo tiempo, más de 28 millones dejaron la pobreza extrema.
En ocho años, las políticas sociales y los impulsos económicos y fiscales dados a la producción generaron más de 14 millones de empleos formales. A partir de eso, los brasileños aumentaron su apetito por el crédito y el sector bancario registró récords consecutivos de aumento del financiamiento. “La política para el salario mínimo, la creación de más empleos y de más puestos de trabajo formales hizo mejorar la distribución de la renta y llevó a una reducción de la pobreza inédita en nuestra historia”, dice el analista político Gilberto Dimenstein, del diario Folha de Sao Paulo.
Los avances en el campo social constituyen el principal logro de la ‘era Lula’, en la que el Mandatario dio la espalda a posiciones históricas de su Partido de los Trabajadores (PT) para mantener virtualmente sin cambios la política económica puesta en marcha por su antecesor, Fernando Cardoso, dirigida a asegurar la estabilidad monetaria.
Con ello, logró pagar toda la deuda del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y acumular reservas por 240 000 millones de dólares -que superan el monto de la deuda }, además de reducir el peso de la deuda pública en relación al Producto Interno Bruto (PIB) a algo por encima del 40%, frente al casi 60% existente en el 2002.
La estabilidad interna atrajo importantes flujos externos de inversión lo que, asociado al aumento internacional en los precios de “commodities” (materias primas) y a la ampliación del mercado interno le aseguró al país un crecimiento promedio del 4,1% anual, pese al freno que supuso la crisis financiera internacional del 2008.
Sin embargo, el Mandatario saliente dedicó los últimos ocho años a afianzar el papel del Estado en la conducción de la economía, no solo a través de la elaboración de proyectos de desarrollo sino también mediante la concesión de financiamientos generosos a las inversiones y el incentivo a la formación de grandes grupos transnacionales brasileños, como es el caso de la empresa de alimentos Brazil Foods.
En el campo político, después de enfrentar un grave escándalo en 2005, cuando se denunció que el PT pagaba sobornos a legisladores a cambio de apoyo en el Congreso, Lula firmó una sólida alianza con la principal fuerza centrista del país, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño. Con eso, no solo le aseguró al Gobierno una cómoda mayoría parlamentaria sino que también debilitó a la oposición.
El rubro más polémico de Lula fue la política externa, en la que el presidente fue criticado por su acercamiento a líderes como el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y por su silencio frente a denuncias de violación de los derechos humanos en Cuba y en China. No obstante, el Gobierno cosechó muchos elogios por su éxito en impulsar las relaciones Sur-Sur y estrechar los vínculos con los países latinoamericanos, así como por convertir al país en un interlocutor destacado en el escenario internacional.