Juan Saona no aguardó ver la final del campeonato nacional de fútbol. Desde temprano armó su propio partido. Su cancha: la picantería El Pez Eléctrico, en la Atarazana. Su camiseta: la azul, la número 10, la de toda la vida.
Entre pases y toques, los meseros sorteaban a la multitud que se concentró en el local desde antes de las 07:00. “Aquí tomamos fuerzas para gritar esos goles del Bombillo, hoy seremos campeones”, dijo Freddy Mocha, fanático del Emelec y del encebollado.
Cevibhes, guatita, encocado, encebollado de albacora’ Uno tras otro los platos pasaban de la cocina a las mesas, según las indicaciones del capitán Saona.
El negocio, ubicado en el norte de Guayaquil, es un santuario azul. Las paredes reviven la euforia de los campeonatos del 93, del 94, del 2001 y el último, en el 2002. “Ya tengo el espacio para el trofeo del 2010, porque como dijo uno de los emelecistas más chéveres, Omar Quintana, en nuestro estadio nadie nos ha dado ni nos dará la vuelta olímpica”.
Otra parada en la ruta de los hinchas madrugadores fue el Pez Azul Express, otra picantería del norte. Antes de hacer la fila en el Capwell, Marcos Lindao llevó una tarrina con encebollado.
“Este es el tarrinazo, la vitamina de olla para estar pilas los 90 minutos del partido”, dijo Lindao.
En las mesas, el tema de conversa del desayuno se repetía. “Tenemos que ganar mínimo tres a cero”; “ojalá que no vaya Correa (Rafael), para asegurar el triunfo”; “aunque juegue el Chila-Cheme igual les ganamos”, eran los comentarios de los emelecistas.
En las calles, el latido azul aumentaba con el paso de las horas. Los balcones dieron paso a pequeños altares eléctricos. Y algunos conductores los improvisaron sobre los tableros de sus autos, junto al volante. Escudos y banderines resaltaban bajo la cruz que guinda del retrovisor.
En la ‘Caldera’ del Capwell, las pulsaciones se aceleraban. Las puertas metálicas del lado de la av. Quito vibraban, marcando el coro de las barras. Los gritos y el estruendo erizaban la piel.
En las calles aledañas al estadio el tráfico se paralizó. Los semáforos pasaban de amarillo a rojo, pero nadie se fijaba en ellos. Una marea azul se desbordaba sobre el asfalto y en las esquinas.
Entre la multitud estaban las cuatro generaciones de la familia Soriano. El abuelo, el hijo, el nieto y el bisnieto llegaron a las 03:00 para ver el partido en la general de la calle San Martín, junto a la Boca del Pozo.
El ‘Peterete’ también madrugó. Junto a otros nueve amigos llegó desde Quinindé, Esmeraldas, para ver a Emelec. “Vamos, vamos azules’”, era el grito del hombre que llevaba el escudo de su equipo pintado en el rostro.
Otros, como Juan Carlos Aguayo, llevaban el símbolo eléctrico grabado en la piel. “Es mi pasión”, decía mientras se levantaba la camisa para mostrar el tatuaje del escudo azul en su espalda.
La emoción de la ‘previa’ también se desbordó en otros sectores de Guayaquil, como en el barrio Cuba, en el sur.