Las recientes medidas económicas del Gobierno para restringir las importaciones y obligar a los bancos a inyectar sus reservas internacionales son una señal clara de que el país enfrenta dificultades en su balanza comercial. En definitiva y como era previsible, del Ecuador salen más dólares de los que entran. Nada que deba asombrarnos frente a una política estatal que nutre la demanda mediante un gasto público desenfrenado mientras ahoga la inversión privada. Las políticas gubernamentales debilitan la dolarización y representan una seria amenaza para su sostenibilidad en el mediano plazo.
Según declaraciones de algunos funcionarios, las políticas económicas del Régimen se inspirarían en el pensamiento del célebre economista inglés J. M. Keynes que sostiene que todo gasto gubernamental estimula la demanda y dinamiza la economía. Parecería que el Gobierno ha leído a Keynes muy a medias ya que él jamás insinuó que una economía pueda sustentarse enteramente en el gasto público. La economía keynesiana reivindica intervenciones gubernamentales moderadas y concretas ante un riesgo de desaceleración o depresión. En ningún caso apoya el debilitamiento del sector privado que en su visión constituye el pilar fundamental de una economía sana.
El autoritarismo del Régimen y la demolición de las instituciones han destruido la confianza del sector privado y reducido su inversión a niveles sin precedentes. Existe en el Gobierno la idea equivocada de que nuestra economía puede y debe funcionar con el Estado como actor primordial. Esto ha debilitado profundamente al sector productivo cuya capacidad de competir en los mercados internacionales es cada vez menor.
A nadie debería extrañarle, entonces, que el Ecuador sufra desequilibrios crecientes en su balanza comercial. Con semejante presión sobre la demanda y un sector productivo condenado al estancamiento, las importaciones seguirán creciendo. Las medidas fomentarán el contrabando y no detendrán el consumo.
Para comprender lo que podría sucedernos hay que mirar a Venezuela que ha aplicado un esquema similar desde 1999. La gran diferencia con ese país radica en nuestro esquema monetario –la dolarización- que nos vuelve infinitamente más vulnerables. Venezuela ha recurrido a la emisión monetaria y al control de divisas para paliar tibiamente los desequilibrios, una política a la que en ningún caso podría apelar el Ecuador. La consecuencia inevitable sería la desdolarización y toda la tragedia política y económica que vendría asociada.
Hay una peligrosa e irresponsable autocomplacencia en las capas empresariales y en una buena parte de la ciudadanía que les impide tomar conciencia de los graves peligros que acarrea la política gubernamental.