Resulta una vergüenza, aunque ya les queda poco de ello, la actuación de partidos, movimientos políticos y bloques legislativos en la Asamblea. Fueron incapaces de aprobar, modificar o negar la reforma tributaria presentada por el Ejecutivo, como ordena la Constitución, porque no dieron los votos necesarios, pero sí salvaron de la sanción y destitución a un “legislador corrupto” (así repitieron en el debate), con la abstención del número requerido, que no permitió alcanzar los dos tercios para ello.
Perdieron el tiempo un mes en discusiones y observaciones que hicieron creer a los ecuatorianos que iban a cambiar y mejorar el texto de la reforma tributaria, que sí tenía errores, pero eso solo fue un engaño porque el momento de la definición final los supuestos cuestionadores del proyecto abandonaron el recinto legislativo y evadieron el tema y los otros no dieron los votos.
A vista y paciencia de los ecuatorianos protegen a un legislador que, según los testimonios de sus cercanos colaboradores y las pruebas testimoniales, audios y videos presentados en el proceso, daban cuenta de otro actor de los “diezmeros” y cobradores de dinero de manera vergonzosa. Con los votos del correísmo y una parte de Pachakutik “salvaron a un corrupto” fue la proclama y perdieron la oportunidad de reivindicarse cuando en la ocasión anterior, con 121 votos, destituyeron a la vicepresidenta de la Asamblea con el mismo argumento de cobro indebido a sus asesores y además por gestionar cargos públicos pese a la prohibición legal.
Qué espectáculo denigrante, qué nivel de discusiones, ver y escuchar estas mutuas acusaciones de las que no se salva la mayoría de sus integrantes. Como denunciara el presidente de la Comisión de Fiscalización, acostumbrados a chantajear por debajo al Ejecutivo, a cambio de algo para dar los votos. ¿Puede el país confiar en estos señores y señoras que no contribuyen a la solución de los acuciantes problemas de los ecuatorianos, cuya mayoría no cuenta con pleno empleo y vive en la informalidad con angustias, sin ingresos y otros con escasos recursos?
Hasta cuándo se puede soportar estas actuaciones que se repiten y por ello la baja popularidad que tienen, aunque eso tampoco les importa. El país debe exigirles que dejen de burlarse más y que trabajen en función de las grandes necesidades, que para eso son remunerados. Por ello la escasa credibilidad que gozan las organizaciones políticas y que lamentablemente afecta a la calidad de la democracia que se vive.
Esta situación obliga a emprender con urgencia una reforma política profunda, que cambie esta estructura deformada, que facilita la corrupción y que solo se podrá viabilizar con la presión democrática ciudadana de manera permanente porque si se espera la voluntad de los dirigentes políticos, no va a llegar nunca.