El colegio Valle del Chota, en Carpuela, está al pie de la carretera que une a Ibarra con El Juncal. Las aulas están desiertas en la mañana del 4 de enero. Hay un grupo de adolescentes en la cancha de baloncesto, pero el grueso de los jóvenes, con sus camisetas blancas y pantalones verdes, camina por las polvorientas calles en dirección a la cancha de fútbol, ubicada en el centro.
La cancha es un trazado irregular de tierra en donde sobran las piedras menudas. El campo es una invitación a dañar los tobillos y articulaciones de los futbolistas. Pero, a los jugadores de los quintos cursos (A y B) eso parece no importarles. Las dos oncenas disputan un intenso partido.Pero ¿por qué todos los jóvenes están dedicados ese día al deporte? “No tenemos clases, estamos concentrados en el torneo interno. Para nosotros jugar es lo que nos hace más felices”, cuenta Pedro Fermín Delgado, de 14 años, suplente del paralelo A, quien mira el encuentro desde la sombra que da un árbol a un costado de la cancha.
En el filo de la cancha también está Arnulfo Palacios, ex jugador del Aucas y profesor de inglés del colegio, uno de los pocos centros educativos que existe en El Valle.
Él es dirigente del 5to B y concuerda con el pensamiento del estudiante. En el Chota, los niños y jóvenes sueñan más con ser futbolistas, antes que ser agricultores, como sus antepasados, u optar por una carrera técnica como mecánica o química, las dos especialidades que da el colegio.
Palacios usa gruesos lentes que hacen más pequeños a sus ojos y un calentador deportivo. ¿Para salir a jugar, los jóvenes serían capaces de adulterar documentos? El ex jugador se ríe.. “Uuuh, eso de las falsificaciones no se da aquí. Antes, lo que había eran inscripciones tardías, pero porque el Registro Civil atendía solo en Ibarra. Ahora atienden en Ambuquí y eso ayuda mucho. Pero, además, la gente aquí no necesita falsificar. El choteño come poroto, es fuerte y bueno para el fútbol, tiene talento”.Su versión la confirma Soraya Mera, la directora regional del Registro Civil. “En la zona de El Chota no hemos tenido problemas con falsificaciones. Hay algunos casos en los que las madres se demoran días o meses para inscribir a sus hijos, pero todo está en los parámetros normales”.
Carpuela es una de las 11 comunidades de afrodescendientes que habitan en el Valle, a los dos costados del río Chota. Según los datos del INEC, en la zona viven 24 783 personas, de las cuales 12 415 son de raza negra.
En el caso de pueblos como Carpuela y El Juncal, los moradores deben realizar sus inscripciones de nacimientos y partidas en Ambuquí. Allí, el Registro Civil instaló una pequeña oficina que atiende solo los jueves, debido a la poca demanda.
En cambio, otras localidades como Chalguayacu, tierra donde nacieron Geovanny Espinosa y los hermanos Edmundo y Rommel Zura, los trámites se hacen en el cantón Pimampiro.
En el Valle todos quieren ser futbolistas. El ejemplo de prosperidad de Agustín Delgado, UIlises de la Cruz, el propio Espinosa y los hermanos Guerrón hace que los niños y jóvenes se ejerciten a diario en pegarle al balón y ser atrapado por algún ojeador y ser llevado a Quito o Guayaquil.
Los clubes y, sobre todo los empresarios, han tejido redes para captar a los mejores jugadores. En el Juncal, Arnulfo Palacios entrena cada tarde a un grupo de jóvenes con la promesa de que los mejores serán llevados al Cuniburo de Cayambe, un equipo de la Segunda División de Pichincha, que quiere fortalecerse como semillero de jugadores.
En la tarde de aquel martes 4, Édder Minda, de 18 años, se frota las manos para calentarse ante el inusual frío que hacía en la cancha. En la zona lluvió dos horas antes y la cancha estaba mojada, Minda usa un rompevientos amarillo y cuenta que no terminó el colegio, pues quiere dedicarse solo al fútbol.
Admira a Luis Antonio Valencia, le gustan sus desbordes por la banda, pero sobre todo “que haya podido ayudar a su familia con los ingresos del fútbol”.
Unas calles más arriba del Juncal se ubica la localidad de Chalguayacu, en donde José Carcelén, ex lateral de El Nacional, en la década de 1990, también selecciona talentos para llevarlos a Quito. Él trabaja para el empresario Rodrigo Espinosa. El miércoles 5, Pepe alistaba a cuatro jugadores, quienes días después debían viajar a Quito para probarse en Aucas y Universidad Católica.
Uno de los más jóvenes es Nixon Iza, de 16 años, quien cursa el cuarto curso del colegio Nacional Pimampiro, en el cantón del mismo nombre. En la mañana del miércoles 5, el joven, de cachetes pronunciados y expresión bonachona, dice ser sobrino de Walter Iza, jugador de Emelec. Como su tío es delantero y asegura que le gustaría seguir estudiando, aunque el fútbol es su prioridad, “para hacerse un futuro y ayudar a la familia”, un discurso similar al de Omar Delgado, también estudiante del colegio Pimampiro de 17 años. Los dos acaban de ser seleccionados por el Aucas y ahora deberán trasladarse a vivir en Quito y empezar a construir su historia.