Yunior llegó sorpresivamente a Madrid el 17 de noviembre. Dos días antes, Yunior García tenía rodeada su casa en La Habana por agentes de seguridad. Yunior García Aguilera es un dramaturgo. Entonces, es cierto: los artistas siempre serán considerados peligrosos.
Muchos escritores, músicos, cineastas y más han debido ir al exilio cuando una dictadura gobierna su país. Se han ido al destierro, por ejemplo, Juan Gelman, durante la argentina; Antonio Skármeta, en la era de Pinochet, por citar solo a dos de los connotados entre los miles de artistas que en la historia han debido, por la fuerza, dejar sus países.
Se puede alegar que estos ejemplos -y muchos otros- fueron de izquierda y víctimas de la derecha. Y sí. Pero hubo -y hay- muchos que lo son de la hegemonía de izquierda.
García Aguilera es, además de dramaturgo, el líder del grupo Archipiélago, que pide cambios en la Isla. Intentó armar una marcha para el 15 de noviembre. Él, como muchos, están inconformes con 62 años de lo mismo. Pero el lunes no pasó nada. El Gobierno no les concedió ese derecho y días antes, su casa y las de otros de Archipiélago, estuvieron rodeadas por agentes de seguridad, que en cualquier lugar del mundo son esos que tienen cara de malos, aunque están convencidos de que hacen el bien.
Cuando alguien debe partir al exilio, se puede decir que es un desdichado con fortuna porque sigue con vida. Lo supo bien Guillermo Cabrera Infante, autor de la novela monumental ‘Tres Tristes Tigres’, quien un tiempo creyó en la revolución, pero pronto se desencantó. Y nada más triste -no se lo puede decir de otro modo- que lo que le ocurrió a Herberto Padilla, encarcelado en 1971 por el poemario ‘Fuera del juego’.
La presión internacional sobre el Gobierno logró que fuera liberado. Pero para eso debía ser al menos humillado. Debió leer, ante la inquisición de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, un discurso en el que se declaraba culpable, arrepentido y se alineaba a los preceptos de la revolución. ¡Por un poemario! Quién sabe si pudo decir, como hipotéticamente Galileo lo hizo luego de renegar del heliocentrismo ante el Santo Oficio, “sin embargo se mueve”.
Comenzaron, entonces, las presiones en el mundo de la cultura para que sin excepción se ajusten al relato oficial. Y es que Cuba no quiere “escritores disidentes de renombre internacional, como Alexandr Solzhenitsyn en la URSS”, dice otro escritor cubano, Norberto Fuentes, quien fue fidelista en los 80 y ahora es otro que debió elegir un país extranjero.
El destino pudo ser aún peor, y lo saben bien. No importa para los castristas. Con el poder militar y político, se han burlado de García; lo tildan de cobarde, que terminó huyendo del país, como si no se supiera de una historia de detenidos políticos con que cuenta la revolución. Y para lo que hizo Yunior García Aguilera solo hay una palabra que lo define: exilio.
En México, donde dictaba conferencias, Leonardo Padura, autor de novelas como ‘El hombre que amaba a los perros’ o ‘Adiós Hemingway’, dijo al diario catalán La Vanguardia, que “ese día (el 15N) estaba ocurriendo lo que sistémicamente resultaba previsible, lo que la historia proclamaba con muchas lecciones recibidas en el pasado: el Gobierno cubano había decidido impedirlas y, si era necesario, reprimirlas de cualquier manera”.
Ahora, García Aguilera no ha explicado del todo cómo pudo salir de Cuba. Cuenta que amigos le ayudaron a escapar de su casa sitiada, lo llevaron al aeropuerto y le entregaron USD 250. No cuenta cómo lo dejaron embarcarse en el avión de Iberia rumbo a Madrid.
Son omisiones importantes para completar una historia. Dijo “si no volábamos de Cuba nos decapitaban (…) Si me condenaban me convertían en un símbolo, si me mataban también, ellos querían anularme como persona, y casi lo logran”. Y ante ello solo queda el exilio.