Cuando le han preguntado por qué se le ve siempre tan seria, Rayma Suprani, la caricaturista de la viñeta diaria del periódico venezolano El Universal, no duda en responder: “El humor es cosa seria”, dice con su acidez habitual, la misma que esta periodista por formación e ilustradora por vocación estampa con tinta en las páginas editoriales del diario desde 1999. El mismo año en que Hugo Chávez su ‘blanco favorito’ llegó al poder en Venezuela.
“Digamos que toda dictadura es bastante fecunda para la crítica y para la denuncia”, señala Rayma, explicando el paraíso que viven los caricaturistas locales, henchidos con una actualidad que les da material de sobra para la ironía y el sarcasmo. “Esto no es ninguna alegría tampoco, porque, en el caso nuestro, hacer humor de un país en ruinas a veces es bastante duro”, añade esta ilustradora, ganadora del Premio a Mejor Caricaturista de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en el 2005.
Rayma -que no es seudónimo- se ha hecho un nombre en Venezuela por sus críticas mordaces y abiertas contra el gobierno de Chávez y ha sido destacada como heredera aventajada del ‘maestro’ del humor gráfico en el país, Pedro León Zapata, quien a sus 81 años aún dibuja en el diario de la competencia, El Nacional.
En medio del creciente acoso a los medios, ella asume orgullosa su rol: “Siento que la opinión se ha vuelto una amenaza, sobre todo cuando es diferente a lo que se plantea desde el poder. Y los humoristas gráficos hemos pasado a ser como una especie de valientes de la sociedad, cuando en realidad no queremos serlo. Simplemente hacemos nuestro trabajo, con el compromiso interno de que tenemos una página en blanco y nos queremos expresar”, afirma.
“Hay mucho miedo. La gente se nos acerca como si uno fuera una persona valiente. Expresar la opinión públicamente se ha vuelto un acto de valentía y eso no ocurre en las democracias”, dice Rayma, quien no es muy optimista acerca de que pueda disfrutar esa libertad de expresión por mucho tiempo más: “El Gobierno debe estar dejando la prensa escrita para el postre, para devorársela al último.
Suprani, quien recibe constantemente amenazas en su email , ha sido cuestionada por su antichavismo extremo. Ella lo ve como parte del oficio: “Yo siento que el trabajo del caricaturista es siempre ser un ojo crítico ante el poder, sea cual fuere el de turno. Cuando uno pasa a hacer un humor complaciente, pierde toda la credibilidad. El caricaturista no puede hacer concesiones con el poder ni de izquierda ni de derecha”.
Aun así, admite que en el último tiempo su viñeta es más explícita que sugestiva, al punto que ha hablado derechamente de dictadura o ha evocado al comunismo soviético.