El triunfo sobre Venezuela en el debut de las eliminatorias es inobjetable y, por el momento, tapa los papelones previos de un equipo como el ecuatoriano que estaba en crisis de identidad. La crisis no solo se debía a sus malos resultados en la Copa América, sino también una colección de errores que auguraban un mal panorama.
Claro, cómo vamos a acordarnos de que el DT Rueda pensaba llamar en el futuro al ‘ecuatoriano’ Pedro León, del Getafe. O cómo vamos a pedir una sanción para el responsable de dejar que se convoque a Segundo Castillo cuando, en realidad, estaba suspendido. Ahora nadie se acuerda de Felipe Caicedo, un goleador nato que tiene la puerta cerrada en la Selección por su lengua larga. Las victorias cubren los errores y no vamos a empañarlas con estas minucias, como vamos a ser tan malvados.
En todo caso, la Tricolor se mostró sorprendentemente sólida y desbarató a una Venezuela que esperaba algo más luego de ser semifinalista de la pasada Copa América. Su triunfo es totalmente merecido y puso en orden un escalafón que merecía una constatación en la cancha: los progresos de los llaneros no les alcanzan para creer que son mejores que los ecuatorianos, y menos en la altitud de Quito. Todavía no.
Quizás sea verdad que el DT César Farías regaló en parte el cotejo con su presuntuosa idea de armar un equipo especial para la altitud, como antes lo hizo Bielsa con los chilenos para su visita a La Paz. Los venezolanos no tienen un equipo como el Chile de la era Bielsa, y los ecuatorianos no son Bolivia. De nada valieron los publicitados entrenamientos en los Andes venezolanos, el uso de cámaras de oxigenación, la alineación de un equipo ‘adaptado’ y el misterio de la estadía en Quito. Venezuela fue más endeble que las famosas casitas de mazapán.
Pero eso no es culpa de la Tricolor, que hizo bien sus deberes gracias a Antonio Valencia y Luis Fernando Saritama. Pero también hubo muchas fallitas –la caída de Walter Ayoví que casi cuesta un gol, la mala salida de Banguera, el exceso de faltas frente al área propia, la incapacidad para aumentar la cuenta con superioridad numérica y, sobre todo, los goles fallados- que deben ser tomadas en cuenta para el futuro. Ecuador empezó bien, pero está lejos de jugar en óptimo nivel.