España ganó en Kiev la Eurocopa-2012, su tercer título internacional consecutivo, sin la brillantez y suficiencia con que lo hizo en el torneo continental de hace cuatro años y en el Mundial-2010, pero con los recursos, la experiencia y la calidad para ganar.
Sólo en la final, en la que goleó a Italia (4-0) , apareció la España que se había paseado por el fútbol internacional en los últimos años
España llegó cansada a la Eurocopa, con una temporada larguísima, que terminó el 25 de mayo con la final de la Copa del Rey, con muchas dudas tras haber perdido varios amistosos con equipos grandes, y sin dos hombres importantes, David Villa y Carles Puyol, lesionados.
Desde el primer partido, contra Italia, ya mostró que no era la misma selección conquistadora de anteriores competiciones. Empató (1-1) en aquel duelo, después de ir perdiendo y sus hombres no encontraron los espacios y la eficacia adelante para un equipo que aspira a ganar un título.
Pero España salvó un punto y luego ganó los dos encuentros siguientes contra Irlanda (4-0) y Croacia (1-0).
La fatiga de un hombre clave como Xavi Hernández junto a la ausencia de David Villa, que había marcado cuatro y cinco goles respectivamente en la Eurocopa-2008 y el Mundial-2010, hacían prever que España pasaría dificultades.
España movía el balón en los partidos de forma continuada buscando huecos que casi nunca encontraba. Esa falta de llegada en ataque desquició a parte de la prensa internacional, como la rusa e italiana, que calificó el juego de la Roja de aburrido, algo impensable hace un año.
“Me parece fantástico nuestro estilo. No solo no nos aburre, sino que nos lo pasamos bien. Creemos en un estilo que nos ha dado victorias y con el que el aficionado se siente identificado. Disfrutamos nosotros, la afición y la gente del fútbol con él”, afirmó Xavi, que pasó desapercibido hasta la final, en que volvió a ser el de siempre.
Igual que Xavi, la selección española hizo oídos sordos a las críticas y siguió fiel a su juego de toque. No tenía todo el equipo de hace dos años en Sudáfrica pero quedaban elementos suficientes de calidad para empujar a la Roja hacia la victoria.
De este modo, Iker Casillas, con paradas decisivas, el aplomo de dos hombres jóvenes pero expertos en defensa como Sergio Ramos y Gerard Piqué, y un descubrimiento en el lateral izquierdo como Jordi Alba, permitían a España tener una solidez defensiva sobre la que buscar el triunfo.
Después, no tenía a Villa adelante, pero España podía basarse en actuaciones destacadas intermitentes de Andrés Iniesta, Cesc Fábregas o Xabi Alonso para ir sacando los partidos. Y eso fue sucediendo.
España ganó sin apuros a Francia en cuartos de final (2-0), con un doblete de Xabi Alonso, y después desactivó a Cristiano Ronaldo en semifinales (0-0) para pasar a la final por penaltis (4-2).
España no había brillado, pero tenía la calidad suficiente para ir ganando los partidos y así ocurrió de nuevo contra Italia en la final.
Por otra parte, España disponía de uno de los mejores banquillos para ganar el título. Cuando agotaba al rival con el toque y la posesión de balón, el técnico Vicente del Bosque daba entrada a los extremos Pedro Rodríguez y Jesús Navas en el último tercio de partido.
Navas y Pedro rompían a los cansados defensos rivales y prodigaban las ocasiones españoles que no solían darse antes de su entrada en el partido.
La experiencia, la calidad intermitente, la seriedad defensiva y un buen banquillo sirvieron a España para seguir en la senda del triunfo, aunque se olvidaran de la brillantez de anteriores ocasiones, que solo lucieron en la final.