Esta carta la escribo mientras estoy volando sobre el océano Pacífico retornando a casa. Vivimos en el confín de la patria, en las Islas Galápagos, a más de 1 000 kilómetros del territorio continental. Por poco nos sacaron del mapa. Antes nos ponían al extremo superior derecho; ahora nos colocan en un cuadrito en la parte izquierda de los mapas. Aunque no lo crean, para algunas personas, las islas estaban ubicadas en el Oriente, y se llegaría a ellas por uno de los ríos orientales, como el Napo o el Pastaza. Un supervisor nacional había escrito que en las islas había “tigrillos”, y quedó con ese apodo. Sí, un educador no sabía nada de Galápagos, y muchos creían que allá sólo iban los presos Es que antes llegaba solo el barco en penosa travesía de casi una semana. Hoy, el único medio es el avión. Porque todos los buques son cargueros y llevaban solo a su tripulación. Solamente por alguna necesidad, especialmente por motivos de salud o educación, viajamos a Quito. Pero nos veremos muy afectados cuando abran el nuevo aeropuerto. La seguridad es preocupante; si hoy salir a las 06:00 a tomar un vuelo es casi jugarse la vida, ¿qué nos pasará si tenemos que salir a buscar un taxi a las 03:00 o 04:00? Bueno hubiera sido mantener los vuelos domésticos desde el actual aeródromo. Entiendo que las aerolíneas, las empresas turísticas y las autoridades estarán buscando alguna solución. Ojalá esto no afecte al movimiento económico de la ciudad capital, ni a las actividades de los ciudadanos.