La Fiesta de la Fruta y de las Flores tiene 61 años. Los historiadores y los analistas coinciden en que en sus inicios esta celebración se instituyó con tres objetivos: superar la profunda depresión que dejó el terremoto del 5 de agosto de 1949, motivar la buena vecindad y compartir la rica producción de flores y de frutas.
Con el paso de los años, estos propósitos se trastocaron, según algunos expertos, mientras que otros hablan de que esas metas simplemente evolucionaron y se acondicionaron a los cambios sociales.
Según el escritor Fausto Palacios, en 1938 (11 años antes del terremoto) ya se hablaba de instaurar la ‘Fiesta del eucalipto’. “Un tributo a esta especie traída de Europa por el ex presidente Gabriel García Moreno y que se plantó por primera vez en esta urbe. La idea no prosperó”.
En la memoria de Palacios permanece una frase mencionada por el alcalde de aquella época Neptalí Sancho: “Ambato no se reconstruye, se sigue construyendo”. Esto en referencia a los cambios que se operarían en la Fiesta de la Fruta y de las Flores.
Palacios, director del Comité Permanente entre 1983 y 1986, explica que la fiesta en sus años iniciales era más respetuosa y solidaria para con los vecinos. “Se hacían serenatas para las candidatas a reinas y todos participaban con buena voluntad, comida e instrumentos musicales. Hoy en cambio a la gente le cuesta colaborar”.
El radiodifusor Mario Barona recuerda que las primeras fiestas no contaban con muchos recursos, pero se las organizaba de todos modos con el aporte generoso de los vecinos. “61 años después, esta celebración, si bien se volvió comercial y turística de gran potencial, no debería perder su esencia inicial: la buena vecindad y que los turistas se sientan como en familia. Muy bien acogidos”.
Para el jurista y escritor Marcelo Robayo, la Fiesta de la Fruta es producto de espíritus soñadores que se fijaron como meta levantar el ánimo de los ambateños e inyectarle una dosis de optimismo y esperanza a la historia de la urbe. “Una de las formas para sobreponerse de ese acontecimiento y emerger con una imagen de progreso fueron y son hasta ahora los eventos culturales y artísticos”.
Para Robayo, se deberían impulsar más ferias agroproductivas e incentivar y ayudar a los fruticultores y floricultores para que Ambato vuelva a detentar el apelativo de ‘tierra de flores y frutas’.
Uno de los eventos con una carga espiritual importante y que trata de rescatar la solidaridad ambateña es la Bendición de las flores, la fruta y el pan.
Este ritual católico es organizado por la Diócesis de Ambato y consiste en manufacturar una gigantesca alegoría, con un mensaje cristiano, que luego se coloca en el atrio de La Catedral.
“Para esta iconografía se recurre a la donación voluntaria de los agricultores, panaderos y floricultores de la provincia. También contamos con el apoyo incondicional de estudiantes voluntarios, carpinteros, metalmecánicos y otros profesionales. Ese espíritu de contribución debe rescatarse”, opina el canciller de la Diócesis local, Fabián Arcos.
Aun así, la Fiesta de la Fruta y de las Flores es uno de los eventos más grandes de la región y del país. Eduardo Cisneros, director ejecutivo de la Cámara de Turismo, calcula que más de 600 000 personas arriban durante los eventos principales.
La productividad
La hotelería es uno de los sectores que se beneficia con la fiesta. Según el Censo Económico 2010, en Tungurahua operaban 2 593 negocios que daban trabajo a 6 167 personas.
El comercio en Ambato es sustentado por 12 847 locales de diversas mercancías. En este sector se emplean 24 072 personas.