El estimado periodista Ricardo Vasconcellos publicó un artículo en El Universo en que asegura que este humilde marqués escribe con odio porque no tolera ver “a los equipos de Guayas en la cima”. Por supuesto, no se refería al Rocafuerte, supuesta cantera de Guayas que se cayó a Segunda tras una ‘gran’ campaña en la B, sino a Barcelona y Emelec, que han sido los mejores del Campeonato Nacional de la Serie A.
Dejando de lado la alusión al odio, que en realidad es una apreciación subjetiva que no deseo despejar (aunque pudo al menos llamarme por teléfono para preguntarme algo), Vasconcellos intenta demostrar que Barcelona y Emelec están “en la cima” y que eso representa, ¡wow!, un gran cambio.
Depende de la cima de la que estemos hablando. Barcelona será campeón del 2012 y, quizás, Emelec acabe segundo por tercer año consecutivo. Pero esa es la única cima en la que están. ¿Estamos seguros de que en realidad los clubes de Guayas pasaron a ser, después de casi una década de perderlo todo, los mejores? Hay matices.
Desde el ámbito de los títulos internacionales, de ninguna manera. Para superar a Liga hacen falta cinco años consecutivos de éxitos, si el punto de partida es ganar primero el trofeo local. Barcelona recién va por los prolegómenos y Emelec, casi campeón tres años seguidos con lo cual se convierte en la Holanda de Ecuador, ni siquiera ha dado el salto de calidad para asomar la nariz a las vitrinas en la que se guardan los premios de la Conmebol.
Liga jugó cuatro temporadas seguidas de finales internacionales. Son 1460 días seguidos de viajes, triunfos (y caídas) que dejan un listón altísimo para el resto. Por supuesto que superar a Liga es totalmente factible, pero primero hay que hacer eso mismo, ganar y ganar. O sea que a Guayas le faltan otros 1 460 días de arduo trabajo. Bueno, adelante, el primer paso es siempre el más difícil.
Desde el punto de vista de las formativas, Guayas tampoco está en la cima. El actual rey en este campo es Independiente del Valle, club que realmente forma a los juveniles de manera integral y que arrasa en los torneos nacionales. En Guayas, los clubes están a la sombra del estupendo trabajo de la Academia Alfaro Moreno, aunque Independiente es mucho más integrador porque su visión social le da un cariz de nobleza que le hace bien a nuestro fútbol, cada vez más carcomido por el señor negocio que por don deporte.
En ese equipo de Sangolquí, primero educan al chico en matemáticas y luego lo mandan a la cancha. Mejor no describamos qué pasa en otros lados, donde los juveniles carecen de agua en sus entrenamientos y los DT no cobran hace tres meses. Por supuesto, también es un tema de recursos y de déficit heredados, pero Independiente está a la cabeza, no Guayas. Es la realidad. Señalarlo no es ser regionalista.
Desde el punto de vista de la organización, Pichincha se mueve mucho mejor. Ese vergonzoso espectáculo de hinchas armando relajo por entradas para el partido final de Barcelona ante Olmedo no ocurre hace rato en Quito, donde los clubes tienen sistemas de recompensas para los hinchas que habitualmente van al estadio.
Liga lo implementó en la Libertadores, por ejemplo, y Deportivo Quito organizó muy bien su final con Emelec. Quizás la ventaja de Quito es que ya casi todos los estadios de Primera cuentan con una numeración muy realista que impide al mínimo la sobreventa y, por los triunfos internacionales y las últimas vueltas olímpicas –siete desde el 2005-, hay experiencia en manejar este tipo de eventos.
A lo mejor también tiene mucho que ver que Barcelona tiene la mayoría de público y la demanda se hace inmanejable, pero es esclarecedor que, en realidad, el Monumental se llenará ¡por primera vez! ante Olmedo en todo el año. Es decir que antes no hubo necesidad de ser más prolijo. Claro, son 14 años de no estar en la cima y se pierde eso que los gringos llaman ‘timming’.
A eso añadamos la tristeza que da el hecho de que un candidato a la Presidencia politice más a Barcelona de lo que ya está, ofreciendo entradas a las masas gracias a trivias y contrataciones espectaculares para el 2013. Es verdad que para ser competitivo en la Libertadores hay que gastar, pero se confunde el aporte del hincha con la venta de la camiseta. ¿Eso es estar en la cima? No. Una pena por los hinchas que no desean que su equipo siga convertido en una plataforma del inmediato interés político.
En fin, hay más ítems que cuestionan que Guayas esté en la cima. La sede de la Tricolor, por ejemplo. El poder y la influencia en la Ecuafútbol (Emelec quiso ganar en mesa en el 2010 y no le salió). El hecho de que el cotejo Liga-Barcelona sea el más taquillero de la década y no el clásico del Astillero. Y así.
Finalmente, el título es una gran alegría pero no indica necesariamente un cambio de era. El gran salto es otra cosa. Vayamos a 1990. Liga ganó el título cuando al inicio de esa temporada estaba apuntando al descenso y tras 15 años de no dar la vuelta olímpica. Tres lustros de sequía. Ese título no marcó nada para Liga, porque lo siguió haciendo todo mal hasta 1995, cuando por fin hubo un cambio de timón inteligente y moderno: se construyó el estadio, se separó al club del equipo, se invirtió, se creó una bolsa de jugadores y se apeló a especialistas y no a políticos para las áreas específicas de desarrollo.
Esa es la razón que puso a Liga en la cima, esa sí, del fútbol ecuatoriano, a pesar de un descenso en el 2000. Barcelona aún tiene problemas de liquidez, entre otros líos, y su politización es peligrosa, sobre todo en estos tiempos tan imperiales donde ni a Montesquieu se respeta. Dependerá de su directiva que esta corona, merecida, sirva de trampolín no para los políticos sino para inaugurar una era victoriosa que ponga a Guayas en la vanguardia. Nadie puede odiar eso.