Con revisar las votaciones para el repertorio que Metallica tocará en sus paradas sudamericanas, se nota que se quiere escuchar poco o nada de los últimos cuatro discos del grupo. Esto se entiende si se piensa en que el catálogo previo fue el que hizo ganar a la banda el estatus de culto que goza en la actualidad.
Sin embargo, después del éxito comercial y la tendencia clara de llevar su estilo hacia segmentos más amplios en el álbum negro de 1991 (‘Metallica’), el grupo produjo trabajos que resultaron difíciles de digerir para el fan del metal de los 80. Primero llegó ‘Load’, dos años después del ‘Nevermind’ de Nirvana y de la oleada del rock alternativo.
Entonces, la banda apostó por un sonido lejano al thrash y entabló nexos con texturas de la corriente reinante. Pero eso no significa que la placa haya sido un retroceso. Al contrario, fue admirable, si se tiene en cuenta que desafió los dogmas conservadores que abanderan parte de la fanaticada metalera.
Además, estaba la composición del grupo en un momento más que fructífero, pues de esta tapa se desprendió también ‘Reload’ (1997), un disco en la misma línea que respiraba cómoda por encima de lo ‘subterráneo’. Metallica estaba haciéndose más accesible y temas como Until It Sleeps, Ain’t My Bitch, Devil’s Dance o The Memory Remains dejaron ver la capacidad del cuarteto para reinventarse sin perder fuerza.
El próximo álbum de estudio fue más allá. La temporada de ‘St. Anger’ (2003) fue como una adolescencia. Aparte de los problemas internos, Metallica quería volver a honrar su nombre con material pesado aunque con decisiones de producción algo controversiales.
Si se obvia el sonido concreto de la batería y la falta de solos de guitarra, los ‘riffs’ de temas como Franctic o All Within My Hands son congruentes con el ambiente dentro del grupo -si se analiza el contexto de esos días, hasta el sonido de baja fidelidad deja de ser gratuito-.
Su reencuentro con el thrash -lejano al de la vieja escuela- se dio con ‘Death Magnetic’ (2008). El disco flaquea en los momentos suaves pero hierve con rítmicas machacantes. La firma del grupo -aunque menos inspirada que en los 80- se imprime en casi toda la placa. En definitiva, la grandeza de Metallica radica en que hasta en sus placas menos populares ha producido momentos para nada descartables.
6 Días faltan para el show de la banda en el parque Bicentenario.