Sesenta y tres años después de su momento de mayor lustre, el Mundial de 1950, el estadio de Maracaná vuelve a destacarse como un monumento del fútbol mundial.
Para los ecuatorianos, especialmente para quienes siguieron la campaña de Liga en el 2008-2009, este estadio es especial, pe se a que dejó una imagen desilusionante. La infraestructura de entonces apenas estaba en pie, sin cuidados. El mejor testimonio de esto era la zona de prensa, donde en tres filas de pupitres incómodos, las radios hacían peripecias para acomodarse, una junto a la otra, entre tallarines de cables. Enviados de prensa a las finales con Fluminense, recuerdan que no existía ni servicio de Internet.
Los aficionados ya no pueden vivir los partidos de pie. El aforo es ahora de 76 935 personas, que se acomodan en amplios asientos de plástico, de 60 cm cada uno. En las zonas VIP, hay butacas tipo cine.
Esta capacidad de público es la definitiva. En sus tiempos de oro, Maracaná albergó hasta 200 000, como en la final de 1950.
Mundial. Esa es precisamente la razón por la que Maracaná estuvo cerrado casi tres años: llegar listo a la Copa 2014.
Según el Gobierno del Río de Janeiro, se buscó mantener la arquitectura exterior original, pero dotando al interior de las mayores facilidades y comodidades.
La inversión fue mayúscula. No menos de 540 millones de dólares para restaurarlo. Estadios nuevos como el Omnilife de Guadalajara, costaron 200 millones. Una observación más en la amplia lista de dispendios de los que este Mundial está acusado de provocar La administración es otro problema. El escenario es propiedad pública y está bajo el mandato de una empresa privada, el Consorcio Maracaná, que es parte del grupo Odebrecht, el más grande conglomerado constructor de Brasil.
El Maracaná tiene cinco camerinos, pese a que se utilizan tres. La iluminación cuenta con lámparas de mercurio que están ubicadas en todo el contorno ovalado. La tribuna cubre con sombra al 98% de asientos. Es de membrana plástica.
Pero cualquier cambio habrá valido la pena si es que al final del Mundial 2014, se borra por fin la sombra del Maracanazo, el evento más triste en la historia de Brasil.