2007 fue bautizado por la prensa española como un “annus horribilis” para la Casa Real, que muchos recordarán por la ya famosa frase que pronunció el monarca dirigiéndose al presidente de Venezuela, Hugo Chávez: “¿Por qué no te callas?” Pero el revuelo internacional que desató aquel “incidente diplomático” durante la Cumbre Iberoamericana no fue el único golpe que sufrió la institución, antaño entre las mejor valoradas por los españoles.
Ese mismo año, el secuestro de la revista satírica “El Jueves” por una portada que caricaturizaba a los príncipes de Asturias en pleno acto sexual generó ríos de tinta y dio la vuelta al mundo en Internet. A lo que se sumó la separación de la infanta Elena, hija mayor del monarca, y Jaime de Marichalar.
Con todo, aquel “annus horribilis” fue sólo el comienzo de una pérdida de popularidad que comenzó a acelerarse a partir de 2011, cuando los españoles propinaron el primer “suspenso” a la monarquía según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Y es que en noviembre de ese año el otro yerno del rey, el ex jugador de balonmano Iñaki Urdangarin, se situaba en el centro de un presunto escándalo de corrupción por supuesto desvío de dinero público relacionado con el instituto Noos, que acabó con su imputación.
Poco antes, el rey había apartado a Urdangarin de los actos oficiales por su comportamiento “no ejemplar” y en su mensaje de Nochebuena destacó que la justicia “es igual para todos”.
Pero en 2013 volvieron a sonar las alarmas cuando la infanta Cristina, esposa de Urdangarin, se convirtió en el primer miembro de una monarquía europea en ser imputada por la Justicia. Sin embargo, antes de que en febrero de 2014 ésta prestara declaración ante el juez, en otro hecho histórico para la monarquía, el rey también protagonizó uno de los momentos más delicados de la Corona: su polémica y lujosa cacería de elefantes a Botsuana, acompañado de su “amiga entrañable” Corinna zu Sayn-Wittgestein, como la propia alemana se definió en una entrevista con un diario español.
“Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”, declaraba el monarca en abril de 2012, pidiendo una disculpa sin precedentes hasta el momento e intentando frenar así la indignación en un país asfixiado por la crisis económica y los millonarios recortes.