Lo peor que nos puede pasar es creernos inmunes, esto es, no atacables por ciertas enfermedades, o invulnerables, en el sentido de no estar expuestos a ningún daño. La realidad es que los tiempos proclaman, cada vez con más insistencia, que no somos diferentes, una frase que un tiempo fue motivo de orgullo o de vanagloria y que hoy, inmersos en la globalización, nos iguala. Los tiempos nos convocan a la superación, pero también a la humildad y a la cautela.
Hace solo 20 años, nos amenazaba la violencia, pero la criminalidad no era aún el pan cotidiano.
La marihuana se había enseñoreado en ciertos sectores, pero no imperaba el narcotráfico. Caín mataba a Abel y aquello era el horror de la sociedad.
Hoy los cainitas han penetrado en los hogares y, más bien, ha amainado la capacidad de sorpresa. Lo saben bien los niños y las mujeres. Sencillamente, releamos la prensa de hace algunas décadas y comparemos.
¿Todo tiempo pasado fue mejor? Lo que importa ahora es el presente. El hic et nunc, el aquí y el ahora, del que tendremos que dar cuenta estricta.
El domingo pasado leíamos en La Nación de Cosa Rica (página 27A): “Ataques del narco a diarios silencian a la prensa en México”. Posiblemente, la mayor parte de los lectores leyó este titular y, sin reflexionar, pasó los ojos a otras noticias del periódico. ¡Pobres mexicanos!, habrán dicho no pocos compatriotas. Si esta noticia se hubiera publicado en México, hace 10 años, quizás tampoco habría conmovido a los mexicanos.
Los humanos tenemos una capacidad suicida para no ver ni sentir, hasta que no tengamos el agua al cuello.
Pues bien, lo que, hace algunos años, era creación fantasiosa, hoy en nuestro país es una dolorosa y cotidiana realidad. No a las puertas, sino en el interior del país, funcionan los carteles de la droga colombiana, mexicana y, ahora, costarricense, y Centroamérica es el escenario de los narcotraficantes, rumbo a Estados Unidos, un país que, ¡quién lo hubiera dicho hace unos años! ha puesto sus inmensos arsenales de armas privadas al servicio de la criminalidad y de la droga en Centroamérica, ante la indiferencia gubernamental y el interés político, mientras sigue dando clases de derechos humanos y de paz en el mundo.
Carlos Lauria, quien es coordinador para las Américas del Comité para la Protección a Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York, dijo: “No hay periodista en México que pueda sentirse a salvo cuando hay grupos criminales que pueden atacar a un medio de alcance nacional sin consecuencias”. Este es nuestro entorno. Los hechos hablan con elocuencia espantosa. No somos diferentes. No perdamos el tiempo en estupideces.
La Nación, Costa Rica, GDA