Los sicarios del cartel no escucharon súplicas. Bajaron del camión a los inmigrantes que soñaban con alcanzar la frontera de EE.UU. Con ojos vendados, esposados con bridas, en hilera, los latinos fueron fusilados.
La masacre de los 72 en San Fernando, Tamaulipas, México (23 de agosto del 2010), sigue impune. Algo más: tuvo componentes de xenofobia, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación de México. Este revela que los mecanismos de criminalidad se ejercen de manera distinta en ese país, dependiendo de si la víctima es de un país u otro. Y que el 42,1% de mexicanos no está dispuesto a vivir con un extranjero.
El caso salpica a Ecuador. Cinco ecuatorianos estuvieron en Tamaulipas, entre ellos el único sobreviviente. La masacre develó que las redes de trata de personas están conectadas a las de narcotráfico, donde los carteles mexicanos controlan rutas y mercados.
En ese escenario cabe pasar a limpio la xenofobia. El 63,5% de ecuatorianos estima que “son demasiados” los extranjeros que viven en el país (estudio 2010 de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Y el 49,4% cree que los foráneos deben ser deportados. Los relatos de cubanos, recogidos esta semana en estas páginas, son el ápice del fenómeno. Cuatro de cada 10 quiteños creen que la presencia de isleños en la ciudad es mala. Seis de cada 10 piensan lo mismo de los colombianos.
La xenofobia es violencia. La discriminación, la explotación laboral, el maltrato que se ejerce en Ecuador ha empujado a extranjeros pobres, como a ecuatorianos humildes, a migrar a otros destinos.
Ecuador es puente del éxodo a EE.UU. Y con los carteles en medio del camino. Hora de sembrar tolerancia y respeto por el otro. Tiempo de no ser más cómplices de desventuras como la de Tamaulipas.