Julián Assange es un cubo Rubik. Se gira un pedazo de su vida y te topas con un cuadro naranja. Se lo tuerce de nuevo y aparece el azul. No es fácil que todo encaje para comprender cómo este australiano, que pudo ser un genial ingeniero informático, puso al Ecuador, al mundo y a sí mismo de cabeza por meterse con EE.UU.
Assange ha sido muchas cosas según quien juzgue. ‘Hacker’, periodista y activista. Incluso un héroe, aunque su faceta de donjuán ha sido tan mal llevada que lo tiene sufriendo la persecución de Suecia y sobreviviendo en la Embajada de Ecuador en Londres. Quizás es solo un ‘vedette’ que se las ha arreglado para que las cámaras estén pendientes de él.
¿Cómo lo ven los ecuatorianos? Aquí, seis análisis de sus facetas.
Faz amarilla: ‘hacker’
Assange empezó sus líos legales como ‘hacker’. El New Yorker publicó que la Policía entró a su casa para detenerlo en 1991. El cargo: hacer ‘travesuras’ al meterse a páginas de Internet de universidades y empresas para demostrar sus falencias de seguridad. Se declaró culpable de 24 delitos informáticos y salió libre tras pagar una fianza. Tenía 20 años y admiraba a los Subversivos Internacionales, que no eran un grupo de rock sino de piratas informáticos.
Esteban Kruger, especialista ecuatoriano en ‘software’ libre, piensa que la capacidad de Assange como pirata informativo nunca hizo daño real, pues su intención fue revelar las vulnerabilidades de seguridad. Es una tentación habitual del ‘hacker’ la de meterse en páginas ajenas y dejar en ridículo a su web master.
Kruger más bien resalta el aporte de Assange como defensor del ‘software’ libre. En 1995, Assange creó a Strobe, el primer escáner de puertos gratuito. Pudo ser el inicio de una carrera en la computación. Participó en el desarrollo de otros programas.
Antonio Sánchez, presidente de la Asociación de Software del Ecuador, comenta que al referirse sobre las habilidades de Assange es importante definir un concepto de información libre: “Quien tiene la información tiene el poder”. ¡Poder!, esa palabra que brilla, atrae y que ha sido decisiva en el desvío de Assange.
Para Sánchez, la pugna entre el ‘software’ libre y el privado no influye en el cómo se debe manejar la información, pues asegura que lo que importa es cómo los programadores dan las herramientas necesarias al usuario para que la información llegue correctamente. Dejar de ser programador para ser el cuestionador cambió el destino del australiano.
Faz azul: periodista
Assange es considerado un periodista. Tiene credenciales. Es miembro formal de la Unión Australiana de Periodistas. Ha hecho programas de entrevistas amables, como si fuera Jaime Bayly. El escocés Álex Massie escribió un artículo titulado ‘Sí, Assange es periodista’, aunque hace una diferencia entre ‘journalist’ (el periodista que investiga y procesa) y el ‘newsman’ (el presentador que da las noticias). Para Massie, el australiano es un ‘newsman’.
Lucía Lemos, decana de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la Pontificia Universidad Católica, se niega a llamarlo colega. Lemos le niega la ética para merecer esa calificación por sus famosos wikileaks. El verdadero periodista no solo recibe la información y la publica, sino que la contrasta, la interpreta, la estudia. Hace un proceso y su motivación es el servicio público.
Assange recibió información obtenida ilegalmente y la lanzó como si se tratara de un chismorreo de vecinas. Fue alevoso y tendencioso. Lemos lo ha enseñado a sus alumnos por décadas: sin ética no hay oficio.
Faz naranja: la libertad
El Gobierno ecuatoriano, cuando concedió el asilo a Assange, enfatizó en la labor por la libertad de expresión del australiano. En el 2011 ganó el Martha Gellhorn, un premio por su trabajo en Wikileaks “que expone la propaganda establecida y las mentiras oficiales”. Sus partidarios lo defienden con letreros como este: “¡No apunten contra el mensajero!”.
César Ricaurte, quien acaba de ganar el Gran Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa por su lucha por la libertad de expresión en el Ecuador, considera que es discutible considerar a Assange como un activista preocupado por la prensa libre.
Ricaurte observa más bien un tinte político y hasta manipulador en los wikileaks, que han apuntado a EE.UU., pero no a países donde se sufre censura de prensa o donde la persecución a los periodistas es severa, como en Corea del Norte, Rusia o China.
De hecho, según reportó AFP, Assange lanzó este año una serie de programas políticos polémicos en la cadena de TV rusa RT, la cual apoya al presidente Vladimir Putin, quien ataca a la prensa.
El primer invitado, el líder del movimiento chiita Hezbolá, Hasan Nasralá, aprovechó el espacio para avivar al régimen sirio de Bashar al Asad, cuya sangrienta represión a los opositores ha sido condenada en el mundo.
La ecuasión de Assange de “atacar a EE.UU. está bien, defenderlo está mal” disgusta a Ricaurte, quien sostiene que la libertad de expresión debe defenderse siempre y en todo lugar.
Faz verde: humanismo
La lucha por los derechos humanos, más que la informativa, ha generado respaldo hacia Assange, a pesar de la enorme duda por la legalidad del origen de la información. Por ejemplo, Amnistía Internacional lo premió en el 2009 por haber revelado las ejecuciones extrajudiciales que ocurrían en Kenia.
Gina Benavides, docente del Programa de Derechos Humanos de la Universidad Andina Simón Bolívar, mira lo que pasa con Assange y no se sorprende: el activista que pelea por los derechos siempre choca contra las trabas del poder y sus restricciones.
Benavides piensa que los organismos de los derechos humanos, por su definición, utilizan las mismas herramientas del Estado, sobre todo las judiciales, para revelar la injusticia. Pero a veces, cuando la vejación es tan grande y las barreras don insalvables, es legítimo usar una “vía paralela” para llegar a la verdad. Lo más importante, si se debe elegir, es difundir a la sociedad que hubo un derecho violado. Aquí, el destino es más importante que el viaje.
Faz blanca: el héroe
Assange se hizo famoso por Wikileaks, pero la notoriedad le hizo perder el aura filosófica y política de su causa para convertirse en algo más: un personaje. Pasó a las portadas de revistas de referencia como Time. Postmedia Network lo nombró Hombre del año en el 2011. Viajó dando conferencias, firmando autógrafos y, como evidencia su paso por Suecia, conquistando mujeres. Hasta puso su voz en The Simpson’s.
Su vida será llevada al teatro, ya hay documentales sobre sus aventuras y poco falta para que algún cineasta de reputación (¿será Ken Loach, el trotskista autor de ‘El viento que agita la cebada’ y que se ofreció a pagar la fianza de Assange) le haga la película.
Álvaro Pazmiño, productor ecuatoriano de televisión y documentalista, considera que Assange aprovechó bien las redes sociales para posicionarse con la gente, sobre todo en aquella que deseaba saber algo más del poder (sí, otra vez esa palabra). Pazmiño afirma que Assange cubrió las expectativas de ese público.
Las redes fueron clave, pero Assange también ganó puntos en los medios tradicionales como la televisión. Y eso lo llevó a convertirse en una estrella. Aunque Pazmiño lo calificaría más bien como una anticelebridad, Assange logró captar fanáticos. Frente a la Embajada ecuatoriana, ellos pintaron letreros como este: “Los héroes deben ser premiados y no perseguidos”. Sí, los héroes.
Faz roja: ¿el mito social?
Todos los mitos van al cine. Marilyn Monroe, Jim Morrison, Evita. Si Loach no se anima, la cineasta ecuatoriana Verónica Moscoso está dispuesta. Ella, que ha tenido éxito en Estados Unidos con ‘A Wild Idea’ (un documental sobre el Yasuní), usaría a Asange como el personaje principal y su vida como hilo conductor de la trama.
Moscoso le daría fuerza al contexto, al momento histórico que vivimos. Considera que la Internet ya es utilizada como un instrumento político poderoso que se fue de las manos de los grupos de poder. Wikileaks es la prueba. Para Moscoso, la audiencia se dio cuenta de lo mal informada que estaba y que la transparencia que nos ofrecen los gobiernos es otra mentira más. ¡Cómo le gustaría dirigir una película así!
Hay un problema. Aún falta el desenlace de la historia. Lo que suceda determinará si Assange pasará a ser un mito de la justicia o si quedará en la colección de personajes que no estuvieron a la altura de su propia leyenda.