Una de las causas que provocó la derrota de Augusto Barrera en Quito fue la desconexión de la directiva nacional de A. País con su campaña.
Durante un mes, el equipo de campaña del alcalde Barrera asumió que la candidatura marchaba viento en popa. Las encuestas del Municipio y las que contrató A. País decían que el Burgomaestre lideraba las intenciones de voto con más de 16 puntos por sobre su principal adversario, Mauricio Rodas.
Más allá de las esporádicas apariciones del presidente Rafael Correa con el candidato oficialista, de la presencia de los asambleístas de Pichincha y de la transmisión en radio de los mítines, la campaña de Barrera se manejó prácticamente solo con personas de su círculo de confianza del candidato.
Patricio Endara, quien es asesor del Alcalde, lideró la estrategia de promoción electoral. Él fue elegido en noviembre del 2013 por la directiva provincial, luego de que liderase la campaña oficialista en Pichincha en las elecciones presidenciales y legislativas de ese año.
A él le acompañó la asesora de prensa de Barrera, Cristina Albán. A su cargo estuvo la parte comunicativa, el discurso que se llevaría y la coordinación con los medios de comunicación para las entrevistas. El asambleísta Fausto Cayambe era el coordinador de la campaña en la provincia.
A pesar de que el ministro de Turismo, Vinicio Alvarado, era el jefe de la campaña en todo el país, en Quito no tuvo cabida en principio. No por decisión propia, sino porque se creía que el equipo que trabajaba entonces era más que suficiente para afrontar este proceso electoral.
“Hubo una mala lectura del escenario, una sobrevaloración de la campaña y una mala valoración de la potencialidad de la otra candidatura. Tuvimos dificultades para comunicar hacia la ciudadanía la estrategia”, explica Endara.
El estar cobijados por la agrupación política más fuerte en el país, que había ganado nueve elecciones en siete años, creó la falsa idea de tener la victoria asegurada. El triunfalismo fue evidente y uno de los principales “errores” de la campaña, que ahora lo procesan.
En medio de ese espejismo, la campaña de Barrera olvidó ver las bases del movimiento. El propio Presidente de la República reconoció que los Comités de la Revolución Ciudadana no tuvieron los resultados esperados y no aportaron al proceso. “Tenemos que asumir una fragilidad en torno a un observatorio social, al que no le hemos dado quizá una importancia determinadora”, señaló Galo Mora, secretario ejecutivo de A. País.
En la campaña no se tomaron en cuenta a las “encuestas de carne y hueso”. De hecho, la mirada estaba puesta en los estudios de opinión, en las cifras que les entregaban diariamente y que finalmente fallaron.
“Tenemos que cuestionarnos el nivel de cohesión y coherencia en el movimiento. Si se presentan 1 200 candidatos para concejales, es obvio que 1 160 van a quedar resentidos o molestos. Pero el problema es cómo en un movimiento que tiene identidades tan fuertes se presentan 1 200 candidatos; significa que nadie se ve representado en nadie, que no hemos podido fortalecer liderazgos en los cuales la gente se sienta representada”, explicó el asambleísta Virgilio Hernández.
Esta ruptura con las bases de la agrupación, al parecer, nació desde la designación de las candidaturas. A pesar de que las reuniones en Pichincha para elegir a los postulantes, la decisión final tenía la dirección nacional del movimiento.
Alianza País no tiene un proceso de elecciones primarias, sino que se trata de un proceso interno de designación.
La última voz, para los cargos importantes, como alcaldes y prefectos, estaba en manos del Primer Mandatario.
Estas falencias les pasaron factura a Barrera y a su equipo. El 7 de febrero, la directiva nacional, liderada por el presidente Correa, se reunió para definir la nueva estrategia que aplicarían en la ciudad. Con cuatro encuestas en mano (dos del buró político de la lista 35, una del Cabildo y una de difusión pública) comprendieron el desalentador horizonte que tenían. Perdían en la mayoría de barrios de la capital por un amplio margen.
La decisión fue cambiar el equipo de campaña para que los líderes más tradicionales del movimiento retomen el control del proceso. Les quedaban 16 días para tratar de cambiar una tendencia.
Se designó a Virgilio Hernández como el jefe de campaña y a la asambleísta Paola Pabón se le encargó la promoción política en el sur de Quito. La edil Elizabeth Cabezas estaría en el centro de la ciudad; la legisladora Ximena Ponce, en el norte; y Fausto Cayambe, en las zonas rurales. Además se unió el ministro coordinador de la Producción, Richard Espinosa; y Raúl Patiño, en la gerencia de la campaña. Vinicio Alvarado también se unió para reforzar el área comunicativa y la presencia en medios.
“Creo que esta estrategia debió aplicarse desde mucho antes”, admitió Endara.
Desde ese momento se cambió el discurso hacia rescatar el voto ‘duro’ de Alianza País para el Alcalde de Quito y recorrer casa por casa los barrios.
El Mandatario también se unió a la campaña y su presencia “tal vez fue un error”, uno más en una cadena que terminó con la pérdida de la capital.
En contexto
La campaña electoral del alcalde Augusto Barrera arrancó sin el trabajo coordinado con la directiva nacional de A. País. Solo 16 días antes de las elecciones del 23 de febrero el oficialismo se percató de que la batalla con Mauricio Rodas estaba casi perdida.