Un lector empedernido de poesía. Nada rimbombante, sin la pedantería intelectual tan común en el medio. Un hombre bastante solitario, que trabajaba en su casa, entre cientos de papeles, galeradas y libros. Así recuerda Marianne Ponsford a Nicanor Vélez (Medellín, 1950-Barcelona, 2011).
La directora de la revista Arcadia, una de las principales publicaciones literarias de Colombia, también asegura que descubrió a “un hombre muy amable y discreto” en el poeta y editor de poesía colombiano fallecido en España recientemente.
De una vida consagrada a las letras, como fue la de Vélez, quedan como legado la inigualable colección de poesía de la editorial española Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores, que fundó y dirigió desde 1997, dice, por su parte, Juan Gustavo Cobo. “Él fue el responsable de, podríamos decir, ediciones canónicas de autores reconocidos. Es el caso de los 14 tomos de las obras completas de Octavio Paz, que hizo en diálogo permanente con el poeta mexicano”, rememora el crítico literario colombiano. Este, en su casa de Bogotá, recibió en dos ocasiones a Vélez en años anteriores, en los esporádicos viajes que él hiciera a su país de origen.
Con más de una cincuentena de volúmenes, la colección dirigida por el editor colombiano no solo fue dedicada a los vates más reconocidos del siglo pasado. También incluyó antologías de importancia, como por ejemplo, la de la poetisa rusa Anna Ajmatova, proscrita en la ex Unión Soviética desde tiempos de Stalin.
Aparte de las de Paz, Vélez -asimismo- tuvo a su cargo la edición de las obras completas de los argentinos Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, del chileno Pablo Neruda, del nicaragüense Rubén Darío, de los españoles Federico García Lorca, Jaime Gil de Biedma y JoséÁngel Valente, y del francés Gérard de Nerval.
Todos los libros de la colección compartían una particularidad que, a la postre, les dio un mayor lustre: llevaban la siguiente frase; “Edición al cuidado de Nicanor Vélez”. Una frase que sintetiza la trascendencia que adquirió el poeta y editor colombiano, quien en 1981 se marchó de su país para ingresar en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París, donde se graduó. Y a finales de 1984 se afincó en España.
Vélez, quien alguna vez admitió que “nunca he tenido prisas por acabar un libro”, escribió tres poemarios: ‘La memoria del tacto’, ‘La luz que parpadea’ y ‘La vida que respira’, que fue publicado recientemente por la editorial Pre-Textos. Aparte de la edición y de sus tres libros, también fue el autor de ensayos sobre la obra del chileno Gonzalo Rojas, del español Juan Ramón Jiménez, de los colombianos José Asunción Silva y Giovanni Quessep, así como del uruguayo Eduardo Félix Milán.
Si se tratara de resumir la trascendencia de su labor y obra, el crítico literario peruano Julio Ortega lo hizo: “Nicanor Vélez es el poeta que todos llevamos dentro. Alguien que escribe sin prisa, de paso, y brevemente (…) Escribe porque escribe, a favor de una causa del lenguaje, conversando con los poetas que admira y frecuenta (…) Es el amigo más íntimo de la poesía”.