Si los brillos del palmarés los iluminan, ellos mismo se encargan de apagarlos. Así sucede con los escritores que por cuestiones éticas o políticas han rechazado premios. El reciente caso del español Javier Marías, quien no aceptó el Nacional de Narrativa por su novela ‘Los enamoramientos’, destapa una breve lista de autores disidentes ante el reconocimiento.
El premio a Javier Marías (USD 25 996), otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, fue rechazado por el autor argumentando que sería una “sinvergonzería”. Desde 1995, el madrileño ha declarado que no aceptaría ningún premio oficial; una postura que el escritor ha mantenido en firme frente a invitaciones del Instituto Cervantes o a participaciones en ferias del libro.
Si bien entre sus razones alega que no quisiera que su nombre suene favorecido por tal o cual gobierno y los recortes al presupuesto para cultura dictados por la administración española; algo de solidaridad para con otros escritores, también entra en esta decisión. Marías ha dicho que Juan Benet, Juan García Hortelano o Eduardo Mendoza, en quienes reconoce a sus maestros, jamás recibieron tal distinción.
Con esta postura, Marías ha recordado en la opinión pública los casos de otros autores que no aceptaron galardones. Entre ellos, el que tuvo mayor repercusión fue el del francés Jean Paul Sartre, quien en 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura. El gesto del filósofo respondió a su negativa a ser momificado o mitificado en vida con un premio que consideraba en extremo politizado.
El caso del soviético Boris Pasternak también está ligado al nombre de la Academia Sueca, aunque en distintas condiciones. El autor de ‘Doctor Zhivago’ al saberse ganador del Nobel de Literatura de 1958 envió una carta de agradecimiento a Estocolmo. Pero días después, empujado por el aparato político de la URSS, que amenazó con expulsarlo, mandó una segunda correspondencia: “Considerando el significado que este premio ha tomado en la sociedad a la que pertenezco, debo rechazar este premio inmerecido que se me ha concedido”.
Recientemente también se han registrado al menos dos casos más de autores que han rechazado premios institucionales. Hace poco más de un mes, la escritora portuguesa Maria Teresa Horta no quiso recibir el premio D. Dinis de las manos del primer ministro Passos Coelho, por considerarlo una persona “empeñada en destruir su país”, dados los altos índices de pobreza.
Por su parte, el poeta, editor y librero estadounidense Lawrence Ferlinghetti, declinó el Premio Internacional de Poesía Janus Pannonius, “dado que el premio está financiado parcialmente por el Gobierno húngaro actual, y dado que los principios de este Gobierno de derecha tienden hacia el autoritarismo y la consecuente restricción de la libertad de expresión y las libertades civiles”.
Y los premios entregados por las editoriales tampoco han estado exentos de polémica, tal es el caso del Planeta de Novela. El español Miguel Delibes y el argentino Ernesto Sabato declararon haber sido invitados a participar del certamen con la garantía de ganarlo.
Frente a estas experiencias bien podría sonar una cita -escatológica- del novelista y dramaturgo austriaco Thomas Bernhard: “He sentido siempre las concesiones de premios como la mayor humillación que cabe imaginar, no como una exaltación. Porque un premio se lo entregan a uno siempre solo personas incompetentes, que quieren defecar en la cabeza de uno y que defecan abundantemente en la cabeza de uno si se acepta su premio”.