La política en el Ecuador la hacen los publicistas. No los políticos. Por eso en el Ecuador lo público se ha reducido a un ejercicio publicitario donde el objetivo final es imponer ciertas ideas fijas en los ecuatorianos.
Repetir hasta la saciedad que el 30S fue un golpe de Estado hasta que eso se convierta en una verdad irrebatible es como convencer a la audiencia que determinado papel higiénico es mejor y más suave que otro, sin que eso sea necesariamente cierto.
El problema es que los publicistas se están ocupando de todo y en los temas públicos eso no siempre funciona. Lo que ocurrió con la misión del Gobierno que viajó a EE.UU. con el desesperado fin de retocar la maltrecha imagen del país es un ejemplo. Su estrepitoso fracaso y posterior bochorno se debe no solo a que el cometido de borrar la imagen de sátrapas atropelladores de las libertades no era nada fácil, sino a la primitiva visión propagandística de su jefe, Fernando Alvarado.
En efecto, el Ministro de la Propaganda regresó de Wa-shington y su óptica de propagandero le hizo decir cosas, sin importar que sean verdad o no, como por ejemplo que logró convencer a ciertos organismos de que los medios ecuatorianos son mentirosos por definición.
Lo que ocurrió el jueves con la marcha gobiernista es otro ejemplo que de que en el Ecuador la política la hacen los publicistas.
Por ello, el concepto de participación de la sociedad ha quedado reducido a un pasaje de ida y vuelta a Quito, un desayuno, una cola y un sánduche. Y mucha música.