La nueva sede de la Fundación José Saramago abrió ayer sus puertas cuando están a punto de cumplirse dos años (el 18 de junio) de la muerte del literato luso, cuyo espíritu inunda la ‘Casa dos Bicos’, donde quiso y no pudo trabajar. Cientos de libros, propios y ajenos, manuscritos, borradores e incluso sus agendas personales, dan vida al histórico edificio de Lisboa.
Entre los recuerdos de Saramago están también un escritorio -con su máquina de escribir incluida-, algunos de los premios que recibió, como el Nobel de 1998.
Letras y más letras que se encuentran por todos los recovecos del lugar, recuerdan -como explica su viuda, Pilar del Río- la figura del escritor y convivirán en armonía con las conferencias y exposiciones que albergará la fundación. El objetivo de la institución será“promover el debate”, según Del Río, quien subraya el valor sentimental que tenía para Saramago la ‘Casa dos Bicos’, un edificio del siglo XVI cuya fachada, con aristas y picos, se ha convertido en imagen típica de la Baixa, el centro lisboeta.
“El arquitecto que rehabilitaba este edificio me dijo entre lágrimas que le daba pena que Saramago no llegara a utilizar el despacho que le estaba preparando. Ahí pensé que sus cenizas debían reposar debajo de la que iba a ser su ventana”, explicó. Un olivo traído de su pueblo natal, Azinhaga, una pequeña placa en el suelo con su nombre y un banco que invita a sentarse a la sombra del árbol, señalan el lugar donde descansan los restos del Nobel.
Películas independientes, conciertos, exhibiciones y charlas se sucederán en la fundación; además, quienes la visiten podrán ver las ruinas romanas acumuladas en el subsuelo, que provocaron los continuos retrasos en la restauración e hicieron que Saramago no llegara a vivir ahí.